Recopilación de artículos y conferencias sobre dinero, crédito, banca y finanzas (actualización Julio 2018)

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¿Y si el Banco de España no existiese?

La banca con reserva fraccionaria (o aquí, o aquí)

Asientos reservados

Dinero, deuda, banca y reserva fraccionaria

Producción, preservación e intercambio de valor: los intermediarios

Producción, preservación e intercambio de valor: el dinero

Servicios e información no pueden ser dinero

El dinero mercancía

Dinero, unidad de cuenta y cálculo económico

El dinero como institución evolutiva

La producción de dinero

Problemas del dinero mercancía

Dinero y deuda

Nociones básicas de finanzas

Plazos, coste y riesgo del crédito

Dinero, deuda y banca

Banca, pagos y finanzas

El dinero interno bancario

La estabilidad de la banca

Dinero, finanzas y economía: (I) el mercado libre

Dinero, finanzas y economía: (y II) la intervención estatal

Crisis: dinero, crédito, banca, Estado

El descalce de plazos y riesgos (1)

El descalce de plazos y riesgos (y 2)

Bitcoin (I)

Bitcoin (II)

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Crítica a Leonardo Ravier sobre la reserva fraccionaria

Deuda, interés y descuento

Dos cuestiones monetarias

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Rallo insiste en errar

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Reserva fraccionaria, descalce de plazos y riesgos, cucharas y veneno

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Fernando Herrera no entiende la reserva fraccionaria

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Sobre el debate entre Juan Ramón Rallo y Adrián Ravier acerca del ciclo económico, el descalce de plazos, la banca libre y el intervencionismo estatal

Miguel Ángel Fernández Ordóñez y su dinero revolucionario

Dinero: naturaleza, funciones, tipos y representación

– Artículos en Libre Mercado (Libertad Digital):

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Disparates sobre finanzas y pasiones tranquilas

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– Conferencias (videos):

El papel del dinero, el crédito y la banca en la génesis de la crisis

Banca y estado: una historia de amor: Paco Capella en TEDxCanarias 2012

Entrevista: La escabrosa historia de amor entre la banca y el Estado

La escabrosa historia de amor entre la banca y el estado

La psicología de los errores económicos y financieros

Dinero, deuda y banca (Universidad de Verano IJM 2013)

Dinero, deuda, banca (Universidad de Verano IJM 2014)

Moderación del debate entre Adrián Ravier y Juan Ramón Rallo – ¿Desaparecerían los ciclos económicos con un sistema de banca libre?

Entrevista: Dinero, banca, finanzas y ciclos económicos: temas clásicos y novedades

Dinero, banca, finanzas y ciclos económicos: temas clásicos y novedades

– Audio:

Finanzas, banca y ciclos económicos (podcast con Luis Alberto Iglesias de Educación para la Libertad)

Una breve historia del dinero (podcast con Luis Alberto Iglesias de Educación para la Libertad)

En defensa de la reserva fraccionaria de la banca (podcast con Luis Alberto Iglesias de Educación para la Libertad)

Recopilación de artículos sobre dinero, crédito, banca y finanzas (nueva actualización)

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Dinero, deuda, banca y reserva fraccionaria

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Deuda, interés y descuento

– En Libre Mercado:

El riesgo de la deuda pública

Conferencia en el IJM: La escabrosa historia de amor entre la banca y el Estado

Conferencia en el Instituto Juan de Mariana: La escabrosa historia de amor entre la banca y el Estado

Sábado, 16/02/2013, 20:00

Francisco Capella analizará la forma en que la actividad de la banca, el Estado, el dinero y el crédito participan en la gestación de los ciclos económicos. Además, defenderá la práctica de la reserva fraccionaria y denunciará el descalce de plazos y riesgos, las leyes de curso legal forzoso, los bancos centrales y los fondos de garantía de depósitos como culpables de las crisis y las recesiones económicas.

Ver un aperitivo.

El descalce de plazos y riesgos (y 2)

Artículo en Instituto Juan de Mariana.

El descalce de plazos y riesgos y la reserva fraccionaria de los bancos no son lo mismo, ni son equivalentes, ni un caso particular uno del otro, y es un grave error confundirlos. Es posible no tener ninguno de los dos, tener reserva fraccionaria sin descalce de plazos, tener descalce de plazos sin reserva fraccionaria, o tener ambos.

Los bancos no son almacenes de dinero. Las analogías con garajes (o silos, o depósitos) en los que los clientes “depositan” coches (u otras mercancías) para su guarda y custodia son profundamente erróneas: las promesas de entrega de coches (que además no son bienes fungibles) no circulan (no sirven como medio de transporte), mientras que las promesas fiables de entrega de dinero sí circulan (sirven como medio de pago, como sustitutos o complementos monetarios); los coches no aparecen en el balance de un garaje, igual que los objetos depositados en las cajas de seguridad de los clientes no aparecen en el balance del banco.

Un préstamo no tiene por qué tener un plazo o fecha de terminación cerrado y fijado de antemano. Un depósito bancario a la vista es un préstamo cuya terminación queda abierta y a discreción del depositante: es un préstamo vigente hasta que el depositante reclame su devolución; también podría entenderse como un préstamo a muy corto plazo (segundos, minutos) con renovación automática salvo que el prestamista exprese lo contrario. Los depósitos a la vista por lo general son sólo parcialmente a la vista: suelen incluir restricciones o límites sobre las cantidades que pueden retirarse inmediatamente; para retiradas de efectivo de cantidades grandes es necesario preavisar al banco con cierto tiempo.

La reserva fraccionaria (que no es ningún privilegio estatal, ni una estafa o engaño) no causa el ciclo económico de origen financiero; ni siquiera causa necesariamente inflación. El descalce de plazos y riesgos y el deterioro de la liquidez sí que originan las expansiones crediticias insostenibles.

La reserva fraccionaria sólo tiene sentido si existen depósitos a la vista y/o billetes en el pasivo de un banco, y consiste en no tener toda la cantidad de los depósitos y billetes respaldada al cien por cien por reservas monetarias (de dinero en efectivo) en el activo; en un banco prudente el respaldo consiste en activos líquidos, que pueden venderse sin pérdida rápidamente en cualquier momento.

Un banco puede tener una reserva cien por cien de sus depósitos a la vista y billetes, pero practicar el descalce de plazos con otros elementos de su pasivo (depósitos a plazo, letras, bonos) y activo (préstamos del banco, acciones). Algunas entidades financieras no tienen depósitos a la vista (banca en la sombra, banca de inversión), por lo cual el concepto de reserva fraccionaria no tiene sentido, pero pueden practicar el descalce de plazos y riesgos (pasivo de repos a muy corto plazo, y activos a más largo plazo y con mayor riesgo).

Un banco normal tiene reserva fraccionaria: los depósitos a la vista y los billetes están respaldados por activos líquidos (si el banco es prudente), pero no en su totalidad por dinero. El banco puede no tener descalce de plazos, si sus activos se corresponden en cantidades y plazos con sus pasivos: el pasivo a la vista está respaldado por activo a la vista (préstamos a la vista cuya devolución es exigible en cualquier momento). Un banco prudente puede tener un ligero descalce de plazos si respalda sus pasivos a la vista con activos muy seguros a muy corto plazo (como las letras comerciales a muy corto plazo, reales y autoliquidables, con diferentes vencimientos); además ese descalce podría compensarse con descalces inversos en otros elementos del balance.

El banco imprudente descalza plazos y riesgos de forma masiva, con o sin reserva fraccionaria. El descalce de plazos y riesgos no es algo que la banca haya hecho siempre, o no es algo que haya hecho siempre con la misma intensidad, imprudencia e irresponsabilidad: ser un banco no implica descalzar plazos y riesgos.

El descalce de plazos no significa que el dinero que recibo hoy al vender algo puedo usarlo en el futuro con el mismo poder adquisitivo para comprar algo: eso es la estabilidad del valor del dinero. Sólo tiene sentido hablar de descalce de plazos y riesgos si hay un desajuste temporal y de riesgos entre un pasivo y un activo: es algo que no es exclusivo de la banca, pero es especialmente importante en ella por su rol de intermediación financiera y su nivel de apalancamiento (financiación con recursos ajenos frente a fondos propios).

Dos deudas del mismo plazo pueden tener riesgos diferentes. Pero dado un préstamo, incrementar el plazo necesariamente incrementa el riesgo: el precio (valor presente) de la deuda a más largo plazo es más sensible a cambios en los tipos de interés, es más volátil (ver matemáticas financieras para las fórmulas que relacionan tipo de interés y precio de la deuda); el futuro más lejano es más incierto; y mayor plazo implica mayor probabilidad de quiebra en algún momento.

El descalce de plazos aplana la curva de tipos y distorsiona o elimina la valiosa información que esta proporciona sobre preferencias temporales a distintos plazos y percepción del riesgo en los mercados: baja los tipos de interés a largo plazo (facilita la inversión a largo plazo pero desincentiva el ahorro a largo plazo) y sube los tipos de interés a corto plazo.

El descalce de plazos y riesgos no es la única fuente posible de problemas financieros. El riesgo de crédito (que el préstamo no se devuelva en las cantidades de principal más interés y plazos pactados) existe siempre: el banco debe examinar la solvencia del prestatario y puede equivocarse; pero si no hay descalce de plazos y riesgos y burbuja crediticia, los riesgos están en principio descorrelacionados entre sí. El descalce generalizado de plazos y riesgos incrementa el riesgo de crédito y correlaciona todos los riesgos entre sí, porque todos son resultado, al menos en parte, de la misma burbuja crediticia.

El riesgo de tipo de interés es la posibilidad de que cambios en los tipos de interés causen problemas a una entidad financiera porque reciba menos por sus activos o pague más por sus pasivos. Para un banco que descalza plazos este riesgo se reduce si en su activo el préstamo a largo plazo no es a tipo de interés fijo sino variable (se ajusta automáticamente al tipo al que se renueva la deuda a corto plazo). Pero cuando los tipos de interés ajustables sean bajos probablemente habrá una expansión crediticia, y en la crisis, cuando el tipo de interés a corto plazo se incremente, muchos prestatarios no podrán asumir los mayores pagos; además el banco puede ofrecer unos tipos iniciales especialmente bajos para atraer clientes incautos que no evalúan bien su capacidad de pagar tipos mayores en el futuro. Comprometerse a ajustar el tipo de interés no asegura que este realmente se pague: se transforma el riesgo de tipo de interés en riesgo de crédito.

Los bancos parecen crear dinero de la nada: pero los bancos no crean dinero en sentido estricto, sino sus propias promesas de entrega de dinero que suelen aceptarse como medio de pago si el banco es solvente (o si la legislación así lo decreta de forma coactiva) y por lo tanto son sustitutos o complementos monetarios; y la generación por un banco de promesas de pago no se hace de la nada, sino respaldada por algún activo (la deuda del prestatario y sus garantías).

Un banco que descalza plazos puede (y suele) conceder un préstamo sin recibir ni dar dinero, simplemente mediante apuntes contables (al menos en principio): no hace falta recibir un depósito primero y después hacer un préstamo; el banco incrementa su balance al entregar una promesa de pago a la vista al prestatario (haber en la cuenta del prestatario, pasivo del banco), y a cambio recibe unas promesas de pago futuras (debe en la cuenta del prestatario, activo del banco). No es un proceso simétrico porque los plazos de las promesas de pago son muy diferentes. El crecimiento del balance no es gratuito, ya que el banco ha reducido su liquidez y solvencia (lo cual no puede hacer de forma indefinida). La capacidad de conceder préstamos de un banco está limitada por su liquidez (menor cuanto cuanto mayor sea su descalce de plazos y riesgos) y su capitalización (a mayor apalancamiento, menor capacidad de absorber pérdidas).

Como lo normal es que quien pide un préstamo lo utilice de inmediato, el prestamista utilizará su poder de compra y transferirá ese dinero recibido (en realidad promesas de entrega de dinero) a otro agente: este puede operar con el mismo banco (y entonces el banco sólo redistribuye su pasivo), con otro banco (y entonces el banco sufrirá pérdida de reservas en la cámara de compensación interbancaria a menos que haya otras operaciones de sentido contrario), o sacando el dinero base del sistema bancario (reduciendo sus reservas globales).

El descalce de plazos no es una práctica contable: es una práctica financiera que se refleja en la contabilidad. El análisis contable tiene un problema de indeterminación de ciertos valores: algunos pasivos están determinados, se sabe cuánto se debe (salvo que se aplique algún tipo de interés variable) y cuándo; respecto a los pasivos a la vista, o en general a la deuda con opción de reclamación en cualquier momento, se sabe cuánto se debe pero no cuándo; los activos están por lo general indeterminados, ya que no se sabe con certeza si realmente se va a cobrar en plazo (riesgo de crédito) o cuánto puede obtenerse por ellos si hay que venderlos en un momento dado para obtener liquidez (riesgo de mercado).

Los bancos gestionan su pasivo y su activo y pueden protegerse mediante distintos derivados, coberturas o titulizaciones (sacando activos de su balance, traspasándoselos a otros agentes). Un banco puede conceder hipotecas y luego vender cédulas hipotecarias que invierten (aunque posiblemente no es su totalidad) el descalce de plazos previo. Los riesgos de crédito pueden reducirse mediante cláusulas restrictivas que reduzcan la exposición a riesgos del prestatario, contratos de seguros de impago, o colateral dinámico (garantías adaptables a incrementos del riesgo). Las crisis bancarias demuestran que la gestión de riesgos de los bancos puede ser muy defectuosa.

Una presunta ventaja de la deuda a corto plazo es que los acreedores pueden controlar al deudor mediante la amenaza de la no renovación de la deuda: pero si se realmente se corta la financiación el sistema se derrumba. Un banco que descalza plazos depende de forma muy sensible de que sus depositantes le renueven sistemáticamente su financiación; esto es algo imposible de garantizar con certeza y los riesgos de retirada de depósitos no son fenómenos aleatorios descorrelacionados entre sí (la desconfianza suele ser generalizada y con bucles de realimentación positiva). El descalce de plazos puede “funcionar” de forma parasitaria si el Estado protege a la banca, si ante las crisis aplica represión financiera (corralitos, vacaciones bancarias, ahorro forzado, engaños de los fondos de garantía de depósitos) o la refinancia de forma sistemática a costa de los contribuyentes (impuestos) o de los tenedores de dinero (inflación).

Un sistema complejo adaptativo evoluciona y se hace sistemáticamente resistente y robusto mediante la eliminación de fracasos parciales (quiebras empresariales que permiten aprender de los errores cometidos) y la retención de las innovaciones exitosas. Los sistemas perfectos son imposibles: la ausencia total de fallos en un sistema durante un tiempo prolongado puede deberse a su ocultación o a su incubación progresiva. Lo que desata el estallido de una burbuja crediticia es una causa próxima, pero la causa última de los problemas es la fragilidad del sistema financiero, que se destruye de forma catastrófica y sorprendente por pequeñas perturbaciones en vez de adaptarse de forma gradual y continua.

El descalce de plazos y riesgos no es un engaño socialmente beneficioso, y la opacidad bancaria no es ninguna virtud. Los bancos no son sabios benevolentes que obligan o engañan a la gente para que asuma riesgos que, aunque no quieran, les convienen: esos riesgos excesivos ni los quieren ni les convienen. Para conseguir más inversores dispuestos a asumir más riesgos no hay más que incrementar la recompensa (el tipo de interés). Existe ahorro a largo plazo (como los planes de pensiones) para proyectos a largo plazo. Financiarse con deuda no es la única opción: también existen las acciones o fondos propios.

Una corrida bancaria no es un ejemplo de racionalidad individual pero irracionalidad colectiva (fallo de mercado): no es una reacción histérica de los depositantes contra la cual deben ser protegidos; es una respuesta racional a la merecida pérdida de confianza en la banca (lo irracional es prestar sistemáticamente a un insolvente).

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El descalce de plazos y riesgos (1)

El descalce de plazos y riesgos (y 2)

– En Libre Mercado:

El riesgo de la deuda pública

El descalce de plazos y riesgos (1)

Artículo en Instituto Juan de Mariana.

Los compradores quieren pagar lo menos posible y obtener la máxima cantidad y calidad, negocian tirando del precio hacia abajo. Los vendedores quieren cobrar lo máximo posible y entregar la mínima cantidad y calidad posible, negocian tirando del precio hacia arriba. Además entre ambos suele haber intermediarios, que compran a los productores (vendedores) y venden a los consumidores (compradores); puede haber varios niveles de intermediación en una estructura de producción y distribución compleja. El intermediario quiere comprar barato y vender caro con el máximo margen de beneficio posible.

Hay más intercambios (mayor actividad económica) si los intermediarios reducen su margen unitario y aceptan comprar más caro y vender más barato, pero esto desincentiva su labor (salvo que les compense una mayor rotación). Una posible solución es subvencionar a los intermediarios, pero el dinero tiene que salir de algún lado, probablemente de los bolsillos de los compradores y vendedores en su calidad de contribuyentes, o produciendo dinero (en realidad pseudodinero) a muy bajo coste (generando inflación que erosiona el poder de compra de los tenedores de dinero y activos a tipo de interés fijo).

Otra posibilidad es que los intermediarios realicen algún truco, manipulación o transformación, como un engaño sobre la calidad o seguridad de sus mercancías o servicios. El intermediario compra barato mercancía mala o insegura, y la vende cara como mercancía buena y segura. Todo el mundo parece feliz: vendedores, intermediarios, compradores, y la sociedad en su conjunto.

El problema es que el engaño no puede funcionar indefinidamente ya que eventualmente los bienes de mala calidad se muestran como lo que realmente son: se estropean, dejan de funcionar e incluso provocan accidentes y graves pérdidas. Los productores de bienes de mala calidad dejan de poder venderlos a los precios anteriores; quienes los compraron en el pasado descubren que no son tan ricos como creían; y todo el mundo odia y acusa de sus problemas a los intermediarios (estafadores, imprudentes e irresponsables).

Los bancos (y otros intermediarios financieros como la banca en la sombra) descalzan (transforman, desajustan) plazos y riesgos cuando por un lado (su pasivo) piden prestado a corto plazo y ofreciendo (presuntamente) completa seguridad a sus depositantes y demás prestamistas, y por el otro lado (su activo) prestan o invierten a más largo plazo y con más riesgo e incertidumbre.

Un prestamista (acreedor) quiere prestar con el mínimo riesgo, al mínimo plazo posible, y lo más caro posible (mayor tipo de interés); un prestatario (deudor) quiere recibir prestado pudiendo asumir riesgos, al máximo plazo posible, y lo más barato posible (menor tipo de interés). La transformación de plazos y riesgos parece contentar a todos: pero tiene un coste incomprendido por muchos, el de las crisis económicas recurrentes por descoordinación intertemporal y asunción excesiva de riesgos.

Los bancos son gestores de cobros y pagos e intermediarios financieros. Estas dos funciones son complementarias y permiten al banco aprovechar su conocimiento especializado: al tener relaciones comerciales duraderas y al conocer los ingresos y gastos y la posición financiera de un cliente, el banco puede evaluar más fácilmente su crédito y así concederle o no un préstamo. Pero estas dos funciones también pueden mezclarse de forma imprudente y destructiva, cuando el banco utiliza los saldos de tesorería de sus clientes, o su ahorro a muy corto plazo, para realizar préstamos más arriesgados y a más largo plazo.

Para realizar cobros y pagos los bancos ofrecen a sus clientes sus propios pasivos líquidos (seguros y a muy corto plazo): billetes (si pueden legalmente emitirlos y les interesa hacerlo), y depósitos en cuenta. Un banco prudente debería respaldar esos pasivos con activos de las mismas o muy semejantes características (reservas monetarias y deuda muy segura y a muy corto plazo que pueda liquidarse rápidamente en cualquier circunstancia sin pérdidas) para poder hacer frente a las eventuales retiradas de fondos de sus clientes y así ser solvente y no estar expuesto a la posibilidad de quebrar.

Como intermediarios financieros los bancos captan ahorros de muchos pequeños agentes económicos (agregación) y evalúan la solvencia de otros agentes a los cuales prestan esos mismos fondos. Prestamistas y prestatarios finales ocasionalmente podrían prescindir de intermediarios: empresas que venden sus bonos o acciones directamente a los mercados, ahorradores que los compran. Pero el banco, como cualquier intermediario, tiene conocimiento especializado que le permite por un lado asistir a los ahorradores sin esos conocimientos, y por otro internalizar los costes y beneficios de la evaluación de la solvencia de los potenciales deudores: un deudor que se evalúa a sí mismo no es fiable; un evaluador externo (agencia de calificación de riesgos) puede o no ser fiable (problemas de reputación, captura o corrupción), o proporciona un bien público por el cual le es difícil cobrar (asume el coste de investigar y pierde el control de esa información al ofrecérsela a otros).

Los bancos, como cualquier intermediario, ganan dinero porque compran barato y venden más caro: por el diferencial entre el tipo de interés que pagan a sus prestamistas y el que cobran a sus prestatarios (además de posibles comisiones). Para ser viables económicamente y dar beneficios a sus accionistas los bancos no necesitan descalzar plazos y riesgos.

Pero un banco puede caer en la tentación de intentar obtener mayores beneficios incrementando ese diferencial entre ingresos y gastos si descalza plazos y riesgos: pide prestado a corto plazo y poco riesgo (más barato) y presta a mayor plazo y con más riesgo (más caro).

Con el descalce de plazos y riesgos se expande el crédito y la economía aparenta prosperidad creciente: los bancos ganan más dinero y pueden ofrecer sus servicios a menor precio; los depositantes tienen derecho a recuperar su dinero cuando quieran con seguridad (o eso creen); los receptores de préstamos no están presionados por pagos a corto plazo y pueden embarcarse en proyectos empresariales más especulativos; la sociedad parece disponer de más ahorro e inversión sin necesidad de renunciar al consumo.

Pero el descalce de plazos y riesgos es insostenible y causa las crisis económicas. Muchos economistas (*) aseguran que la esencia de la banca es la transformación de plazos (si no lo hicieran no serían bancos sino otra cosa), que esa es su función social, la cual permite disponer de más ahorro e inversión productiva: es un error intelectual muy grave que les impide comprender los ciclos económicos de origen financiero, al no entender las componentes temporales y de riesgo del crédito (la calidad del mismo).

Como en todo timo o truco de magia, en la aparente y falaz bondad de la transformación de plazos (parece que se obtiene algo a cambio de nada) hay algo que muchos observadores no son capaces de percibir o cuya importancia ignoran: el incremento sistemático del riesgo y la descoordinación intertemporal. Todo el sistema bancario y los agentes a quienes este financia están asumiendo sistemáticamente más riesgos y extendiéndose más hacia el incierto futuro que lo que los ahorradores están dispuestos a soportar.

Mediante el descalce de plazos y riesgos los bancos no redistribuyen y gestionan los riesgos mediante leyes estadísticas de grandes números, sino que crean más riesgo, incertidumbre, fragilidad e inestabilidad, y además de forma opaca y compleja (balances incompletos o indescifrables, ingeniería financiera incomprensible). No se trata de riesgos exógenos accidentales, aislados y descorrelacionados, sino de riesgos endógenos, correlacionados (se realimentan mutuamente y tienden a manifestarse y producir efectos nocivos de forma simultánea), generados de forma sistemática, conjunta y masiva por las entidades financieras (con la inestimable ayuda del Estado).

La asunción excesiva de riesgos termina inevitablemente por pagarse en forma de crisis económicas que muestran los desajustes y descoordinaciones de la economía, tanto en el ámbito productivo real como en el ámbito monetario, crediticio y financiero. El sistema es tan frágil que termina colapsando de forma espontánea o no es capaz de resistir alguna perturbación externa.

Las crisis económicas no suceden inmediatamente, lo que las haría menos intensas: los desajustes son graduales (años), y las correcciones son bruscas (horas, días). La expansión crediticia se prolonga y tiende a ocultar los peligros y los desajustes que genera bajo una falsa apariencia de prosperidad: todos los negocios son rentables, sube la bolsa, los pisos se revalorizan, todo se vende, todo el mundo tiene trabajo. Los errores se acumulan y la burbuja se hincha gradualmente hasta que explota rápidamente y de forma catastrófica.

(*) No son solo economistas intervencionistas, como Paul Krugman (Don’t be narrow minded, If banks are outlawed only oulaws will have banks) o Bradford DeLong (The maturity transformation and liquidity transformation and safety transformation industry), quienes no entienden los problemas del descalce de plazos y riesgos. Algunos liberales (neoclásicos y austriacos) también caen en este fatal error.

Crisis: dinero, crédito, banca, Estado

Artículo en Instituto Juan de Mariana.

Vivimos una crisis económica grave, caracterizada por paro, recursos desaprovechados, empobrecimiento, decrecimiento, impagos, desahucios, viviendas vacías o inacabadas, terrenos devaluados, pérdidas y quiebras empresariales, déficit público, deudas muy difíciles de pagar, falta de confianza y crédito.

Hemos llegado a esta crisis a causa de una expansión crediticia insostenible: el crédito demasiado fácil y barato, el optimismo infundado y nada realista (por exuberancia irracional, efecto manada, e incultura financiera: “el ladrillo nunca baja”; “las casas suben de precio porque la gente puede pagarlas”; “la economía va bien”; “hemos acabado con los ciclos económicos”), han originado una burbuja financiera, un endeudamiento exagerado, una prosperidad ficticia, un exceso de asunción de riesgos que ha derivado en daños inevitables.

Buscamos culpables: el mercado o el Estado; la libre competencia evolutiva entre alternativas, o la planificación coactiva centralizada.

El mercado libre no puede ser culpable porque no existe: no se respetan los derechos de propiedad ni hay libertad contractual; no se privatizan beneficios y pérdidas; abundan las regulaciones, prohibiciones, obligaciones, garantías, subvenciones, protecciones. Además el mercado no es un agente, una entidad unitaria cohesionada, sino un sistema y un proceso mediante el cual múltiples agentes intentan coordinarse, cooperar y competir. Muchos de estos actores económicos han cometido errores sistemáticos: bancos, cajas, banca en la sombra, agencias de calificación de riesgos, sector inmobiliario (constructoras, promotoras, agencias de tasación), familias, inversores, ahorradores, especuladores, trabajadores. Pero estos errores han sido fomentados y agravados por el intervencionismo estatal en los ámbitos monetario y crediticio.

El Estado es un agente poderoso y omnipresente, que interviene, dirige, regula y supervisa todos los aspectos de la economía de forma torpe y defectuosa por problemas de conocimiento e incentivos, y sus errores provocan daños generalizados. El gobierno presuntamente actúa con sabiduría, experiencia e imparcialidad, pero en realidad se equivoca sin asumir la responsabilidad y el coste de sus errores, impone reglas arbitrarias, injustificadas o disfuncionales, elimina la libre competencia evolutiva entre alternativas descentralizadas, dificulta la generación y transmisión de información, desactiva los mecanismos naturales de vigilancia, protección y generación de confianza de la sociedad, y genera riesgo moral de forma sistemática. “Papá Estado vigila, así que no te preocupes y sigue durmiendo tranquilo.”

En teoría el Estado actúa para evitar, mitigar o compensar el ciclo económico de expansión y depresión presuntamente causado por el libre mercado. En realidad es el Estado su principal causante por el envilecimiento de la moneda, la expansión insostenible del crédito y el fomento de la asunción excesiva de riesgos. Las intervenciones estatales descoordinan las estructuras productivas y financieras del sistema económico: los bancos centrales, emisores monopolistas de dinero y supervisores y protectores de la banca privada, generan inflación, desestabilizando el valor del dinero, y manipulan a la baja los tipos de interés, responsables de la coordinación intertemporal y las decisiones de consumo y ahorro; los estados ofrecen garantías explícitas o implícitas de refinanciación o rescate a ciertos agentes privilegiados, los bancos y algunos de sus acreedores, los cuales adaptan su conducta al marco legislativo asumiendo más riesgos para intentar obtener mayores beneficios, a sabiendas de que sus posibles pérdidas serán socializadas con la excusa del riesgo sistémico por ser entidades demasiado grandes e interconectadas para caer.

Para comprender los ciclos económicos es esencial entender el dinero, el crédito y la banca, y su distorsión por parte del Estado.

El dinero es el bien cuyo valor o poder adquisitivo es lo más estable o invariante posible (liquidez, para todas las personas, en todo momento y lugar, en cualquier cantidad, como comprador o vendedor). Debe ser fungible, duradero, fácilmente almacenable y transportable (alto valor por unidad de masa y volumen), reconocible, divisible, producible en unidades homogéneas, y con una baja y estable relación entre flujo y existencias. El dinero es necesario, junto a los intermediarios, para unir a vendedores y compradores de bienes y servicios en una sociedad extensa con especialización y división de trabajo.

El dinero cumple tres funciones que deben estar adecuadamente equilibradas: medio de intercambio, depósito de valor y unidad de cuenta. El intervencionismo estatal suele distorsionar la función de depósito de valor (poder no intercambiar mientras no se desee hacerlo y guardar reservas líquidas para el futuro), generando inflación, para forzar a los agentes a realizar más intercambios (aunque no sean libres y voluntarios) y así aparentar prosperidad y crecimiento (“estimular la economía”) y obtener recursos fiscales.

El dinero es una institución social, evolutiva, espontánea y adaptativa: es un patrón de conducta repetitivo, generado mediante imitación generalizada de conductas empresariales exitosas, que facilita la coordinación social. No requiere ninguna intervención estatal para su existencia.

Tener dinero o saldos de tesorería tiene el riesgo de su posible robo y el coste de oportunidad de lo que no se compra con ese dinero o los rendimientos que no se obtienen al invertirlo (en préstamos, compra de bienes de capital o acciones).

Para economizar el uso de dinero los agentes económicos pueden realizar intercambios incompletos, diferidos, a crédito: se entregan bienes o servicios presentes a cambio de promesas de entrega de dinero en el futuro; se genera una deuda entre un deudor (deber de pago) y un acreedor (derecho de cobro). El tipo de interés de la deuda depende de su plazo y riesgo: a menor plazo y riesgo, menor es el interés.

El crédito se concede en función del conocimiento y la confianza que tiene el acreedor en la solvencia (honestidad y capacidad de pago) del deudor; suele reforzarse mediante garantías como colateral y avalistas. Las deudas pueden cancelarse entre sí, pagarse a su vencimiento, renovarse, o impagarse (morosidad).

Las deudas a muy corto plazo y cuyo cobro es muy seguro pueden llegar a aceptarse como medio de pago (complementos o sustitutos monetarios): circulan, se monetizan. Los comerciantes, que interaccionaban frecuentemente y se conocían, utilizaban sus letras de cambio como sustitutos del dinero.

Los bancos extienden el uso del crédito como medio de pago a toda la sociedad al utilizar su conocimiento especializado para comprar deuda segura como activo (lo que tienes o te deben), y emitir su propio pasivo (lo que debes) convertible a la vista (billetes y depósitos) para el uso de sus clientes. Esta creación privada de medios de pago es sostenible si el activo del banco que respalda sus pasivos monetizados es seguro y a corto plazo.

Un banco puede caer en la tentación de incrementar sus beneficios descalzando plazos y riesgos y monetizando activos cada vez menos líquidos: pidiendo prestado a corto plazo (más barato) y prestando a más largo plazo o con más riesgo (más caro); así los bancos expanden el crédito, facilitan el endeudamiento insostenible propio y de otros agentes sin que haya ahorro real a los plazos correspondientes. Pero este desajuste hace que el cobro de los billetes y depósitos de ese banco sea menos seguro, que no se acepten como medio de pago (o que lo hagan con descuento), y puede ocasionar retiradas masivas de dinero por los depositantes, pudiendo hacer quebrar al banco si este no puede vender sus activos suficientemente rápido y sin excesivas pérdidas. Un banco en un mercado libre no podría descalzar plazos y riesgos impunemente y generar el ciclo económico. Pero sí puede hacerlo si está respaldado por el Estado.

No sólo los bancos pueden intentar descalzar plazos: cualquier agente puede pretender financiar proyectos largos mediante deuda a más corto plazo, confiando en que le renovarán constantemente la deuda pero arriesgándose a que le corten el grifo de la financiación y tener que liquidar su proyecto inacabado y con pérdidas. Pero el descalce de plazos de los bancos es especialmente grave porque afecta a toda la economía por su papel de intermediarios de pagos y de financiación, y por la relativa opacidad de sus actividades al interponerse entre prestamistas y prestatarios.

El Estado interviene históricamente de forma sistemática en los ámbitos monetarios y crediticios: monopoliza o certifica la acuñación de la moneda (y engaña al respecto al devaluarla); impone leyes de curso legal forzoso para impedir que prosperen dineros alternativos de mejor calidad; privilegia a algunos grandes bancos a cambio de que faciliten su financiación comprando deuda pública; nacionaliza los bancos centrales; incumple sus promesas de pago y elimina la convertibilidad de los billetes; garantiza los depósitos de todos los bancos privados a cambio de regular su actividad, y refinancia a los bancos a tipos de interés bajos mediante la creación de nuevo dinero de mala calidad (respaldado por activos poco líquidos).

Para evitar los ciclos y las crisis económicas es fundamental desnacionalizar el dinero y dejar que funcione como una institución social, permitir la competencia entre dineros alternativos, eliminar o privatizar los bancos centrales, no garantizar los depósitos de los bancos para que sus clientes se responsabilicen de comprobar su liquidez y solvencia, y permitir quebrar a los bancos y otras entidades financieras sin proteger a sus acreedores.