Artículo en Instituto Juan de Mariana.
Miguel Ángel Fernández Ordóñez (MAFO), el no muy competente exgobernador del Banco de España, defiende un dinero revolucionario:
Un fantasma recorre el sistema monetario y financiero: la posibilidad de cambiar el actual sistema de dinero frágil creado por los bancos privados por un dinero seguro. La reforma supone dejar a todos los ciudadanos y empresas depositar su dinero en el Banco Central donde estaría absolutamente seguro. Ahora solo los bancos privados pueden depositar su dinero en el Banco Central y esto, que hoy es un privilegio, se extendería a todos.
Tras la pobre referencia literaria al Manifiesto del Partido Comunista MAFO no se molesta en distinguir entre dinero, promesas de pago de dinero (pasivos de diversos agentes económicos) y medios de pago; no aclara si el dinero actual es frágil exclusivamente porque lo crean los bancos privados; habla de un dinero que se depositaría en el Banco Central, como si pudiera existir de forma independiente del Banco Central; no aclara cuál es la naturaleza de ese dinero que ahora los bancos privados pueden depositar en el Banco Central; promete seguridad sin explicar cómo estaría garantizada, simplemente porque sí, tal vez porque el Banco Central es un ente estatal y asume que no puede fallar ni quebrar; y olvida lo peligroso que puede ser un sistema en el cual todo el dinero dependa de un agente central que puede equivocarse o corromperse (por ejemplo apropiándose de parte del dinero “depositado”).
La principal ventaja de la reforma sería que, al ser un dinero seguro, no causaría los costes presupuestarios, de desempleo, de pérdidas de PIB y de destrucción de empresas que ocasionan las crisis bancarias.
Las crisis bancarias y económicas (con el desempleo, destrucción de empresas y reducción del PIB asociados) se deben fundamentalmente al intervencionismo estatal en materia monetaria, bancaria y financiera, que defiende y promueve un peligroso e insostenible descalce de plazos y riesgos en los balances de los bancos y otros intermediarios financieros; los costes presupuestarios se deben a los innecesarios rescates bancarios (bail out) que evitan que los acreedores asuman sus merecidas pérdidas (bail in) y quiebren (privatización de beneficios y socialización de pérdidas).
Y además tendría otro efecto positivo ya que permitiría desregular y liberalizar la actividad crediticia hoy fuertemente protegida e intervenida por el Estado.
Desregular y liberalizar la actividad crediticia es un objetivo muy positivo, pero para hacerlo es innecesario recurrir a la propuesta monetaria de MAFO. Basta con abandonar el intervencionismo monetario estatal, dejar que las empresas fracasadas sean liquidadas y tal vez volver a algo parecido al patrón oro.
Cerrando la puerta a una posible alternativa a su propuesta, MAFO asegura que “el bitcoin no sirve para realizar transacciones y por eso no puede sustituir al dinero creado por los bancos privados.” El bitcoin puede tener problemas de volatilidad y escalabilidad, y tal vez no sea el dinero óptimo, pero obviamente sí que sirve para realizar transacciones como demuestra la gente que diariamente las efectúa.
Según MAFO “los depósitos en los Bancos Centrales sí pueden sustituir a los depósitos en los bancos privados.” Sin más explicaciones nos propone una revolución. Aunque no lo dice, se supone que el Banco Central sería algo así como el gestor de los pagos y los cobros de todos los ciudadanos, empresas u otras entidades, que tendrían una cuenta en el Banco Central. Tal vez se trate de una labor demasiado importante como para dejarla en manos de funcionarios, burócratas y políticos.
Con el actual dinero-digital (esto es, los registros en los ordenadores de los bancos) puede suceder lo mismo que sucedió en el siglo XIX con el dinero-papel, los billetes de los bancos. Entonces el dinero en papel era emitido por bancos privados y se decidió que fuera emitido exclusivamente por los Bancos Centrales. Hoy el dinero digital —el de los depósitos— es creado por los bancos privados y pasaría a ser emitido exclusivamente por los Bancos Centrales.
MAFO habla de dinero digital como si lo importante fuera que la información se gestione mediante ordenadores: en realidad lo esencial es que se trata de apuntes contables de pasivos y activos en los balances de los bancos (pasivo de un banco, activo de su tenedor), igual que lo era el dinero papel. Es interesante leer cómo se refiere a que “se decidió” que el papel moneda “fuera emitido exclusivamente por los Bancos Centrales”. ¿Quién lo decidió y en qué consistió esa decisión? El Estado de forma coactiva otorgó un monopolio de emisión de billetes a la banca central a cambio de que esta lo financiara en mejores condiciones. ¿Es esto lo que propone ahora, un monopolio público gigantesco de emisión monetaria, prohibiendo alternativas privadas en competencia que los ciudadanos podrían querer libremente escoger?
Las entidades privadas sucesoras de los bancos actuales seguirían prestando sus valiosos servicios a empresas y familias pero ya no podrían disponer del dinero de sus depositantes sin que estos se enteren, sino que tendrían que solicitárselo para poder prestarlo a otros.
¿Qué tontería es esta de “disponer del dinero de los depositantes sin que estos se enteren”? ¿Es que lo hacen a escondidas o disimulando? ¿No saben los depositantes lo que son sus cuentas corrientes en los bancos? ¿En los actuales contratos de cuenta corriente y en la legislación vigente no está suficientemente claro que un depósito bancario es en realidad un pasivo bancario, un préstamo del cliente al banco, una deuda del banco con el cliente? ¿No sería mejor un poco de educación económica, monetaria y financiera y exigir que cada uno asuma su responsabilidad para vigilar la conducta de su banco?
[…] este cambio tiene unas ventajas muy importantes pues mientras el dinero actual es frágil e inseguro, ya que depende del éxito o fracaso de las inversiones de los bancos, pasaríamos a tener un dinero totalmente seguro e independiente de los azares del mercado de préstamos porque el Banco Central no prestaría el dinero depositado en el mismo.
Para conseguir que el dinero bancario actual fuera sólido y seguro bastaría con que las inversiones de los bancos realizadas con los depósitos a la vista de sus clientes fueran a muy corto plazo y muy seguras, que es lo que se conseguía en la banca tradicional cuando en su activo tenían letras reales (letras comerciales muy líquidas respaldadas por mercancías a punto de venderse a precios estables y con buenos márgenes de seguridad en su valoración). Los bancos tienden a realizar inversiones o préstamos seguros si saben que pueden quebrar porque no se les garantiza explícita o implícitamente un rescate o financiación a bajo coste.
¿Y qué es eso de que el Banco Central no prestaría el dinero depositado en él? ¿Qué naturaleza tendría este dinero? ¿Sería un activo sin ningún pasivo correspondiente, como por ejemplo una moneda de oro o plata o un bitcoin? ¿O se trataría de un pasivo del propio Banco Central? Si fuera un pasivo, le correspondería algún activo en forma de préstamo realizado por el Banco Central, probablemente comprando deuda pública, como se hace ahora. ¿Es la deuda pública totalmente segura e independiente de azares del mercado? MAFO asegura que con su sistema “los depósitos en el Banco Central son de verdad depósitos”. Muy bien: ¿depósitos de qué? ¿Qué es lo que se “deposita” en el Banco Central? ¿Tendrían los clientes derecho a recuperar lo que sea que han depositado en el Banco Central y sacarlo de allí? ¿Serían depósitos convertibles en algo?
Según él “desaparecerían las crisis bancarias con los costes monstruosos que hemos sufrido” pero “no desaparecerían las crisis financieras, pues en el momento en que se asume un riesgo existe la posibilidad de fracaso”. Tal vez no entiende que los bancos son entidades financieras. Quizás ignora que esta crisis ha tenido muy poco o nada que ver con los depósitos a la vista de la banca privada. Convendría que explicara, porque probablemente lo sabe, qué es un repo o una titulización, y qué es la banca en la sombra.
Esta fragilidad de los depósitos en los bancos privados es la que exige que los Estados mantengan hoy dos voluminosos paquetes regulatorios que hacen que el sistema bancario sea actualmente el sector más protegido e intervenido de todos los sectores económicos. Por un lado hay un paquete regulador protector por el cual se le aseguran los depósitos y, si no es suficiente, se les garantiza la liquidez y, finalmente, si es necesario, se inyectan fondos públicos para evitar su quiebra. Por otro lado, hay un paquete regulatorio intervencionista, que impone a los bancos unas restricciones a su libertad de empresa en casi todos sus ámbitos de actuación (capital, liquidez, remuneración de directivos, etcétera) que dificultan la innovación y la competencia. Y además de esta voluminosa regulación, el Estado tiene que mantener una policía —los supervisores— para evitar que incumplan estos requerimientos. La ventaja de contar con un dinero seguro emitido por los Bancos Centrales es que se podría reducir enormemente esa regulación y su supervisión. Y la desregulación de la actividad crediticia y de pagos produciría las ganancias de eficiencia que se producen siempre que se liberaliza un sector.
MAFO acierta al proponer liberalizaciones y desregulaciones, pero presenta la relación entre causa y efecto justo al revés. No es la fragilidad de la banca privada lo que origina la intervención estatal: es la intervención estatal, en forma de garantías de depósitos, de liquidez y de financiación, lo que provoca riesgo moral y lleva a la banca privada a tomar riesgos excesivos.
El sistema tiene otras presuntas virtudes, como una política monetaria más efectiva que no se explica en absoluto más allá de asegurar que no fomenta el endeudamiento, o como el señoreaje como ingreso estatal.
Después de asegurar que su propuesta es un cambio monetario revolucionario, cuando en realidad es una propuesta antigua, no original, ineficiente y mal explicada, advierte de que el cambio no puede ser revolucionario sino que se tiene que proceder con prudencia y estudio, poco a poco, mediante reformas graduales adaptativas. Podría haber empezado contando mínimamente cómo se produciría su dinero revolucionario, o cómo se determinaría cuál es su cantidad óptima. Seguramente cree que en su Banco Central ideal habría grandes tecnócratas expertos capaces de contestar a estos detalles: expertos como él, claro, con su mismo historial constatado de fracasos.