Tonterías selectas de Peio Salazar Martínez de Iturrate, doctor en Estudios de Desarrollo por la UPV:
La reacción contra la subida del SMI o por qué el capitalismo necesita trabajadorxs pobres
Lo que se pretende con la subida del SMI hasta 1200€ es un objetivo claro y que debería ser asumido por todos: no puede ser pobre alguien que trabaja a jornada completa [1]. En realidad, esta medida no es sólo buena para la trabajadora o el trabajador que deja de recibir un salario miserable, lo es también para el conjunto de la economía, ya que inyecta dinero en hogares con rentas restringidas, lo cual implica que gastarán la mayor parte de lo que ingresen, aumentando la demanda y beneficiando a los propios empresarios, sobre todo las que ofrecen bienes y servicios destinados a la economía real de las familias (y no tanto a los que simplemente ofrecen servicios financieros al capital, cuya aportación al bienestar social es nula o incluso negativa). Después de todo, ha pasado casi un siglo desde que tanto Keynes como Kalecki demostrasen que el aumento de los salarios tiene importantes consecuencias positivas para el conjunto de la economía.
… Una de las principales contradicciones del sistema capitalista es que éste requiere que una parte considerable de la clase trabajadora permanezca en una situación de pobreza, o al borde de ésta, para que el mercado asalariado sea viable en términos rentables para el empresariado. Dicha contradicción ya fue mentada por diversos autores en los siglos XVIII y XIX, en los albores del mercado asalariado actual, quienes ya entonces identificaban la necesidad de una masa social amplia que esté lo suficientemente empobrecida y despojada de recursos propios como para verse obligada a asumir los ingratos, odiosos y alienantes puestos de trabajo que el mercado asalariado ofrecía y ofrece.
… Fue esta contradicción, en relación con el aumento de productividad y salarios que se produjo bajo el modelo social-demócrata, la que, en gran medida, provocó la crisis de este modelo a partir de finales de los años 60. Tanto la inflación como los salarios se dispararon sin que ello lograse generar crecimiento económico ni apaciguar la conflictividad de la clase trabajadora en aquellos convulsos años. Y es esta contradicción la razón que motivó la reaparición de pobreza, precariedad y desempleo en las principales potencias del mundo capitalista a partir de los años 70, las cuales casi habían erradicado dichas problemáticas durante las décadas anteriores.
¿Cómo es posible sino explicar la reaparición de pobreza, precariedad y desempleo, y su permanencia durante décadas, en el seno de sociedades cada vez más ricas y con mayores recursos productivos? Sólo apelando a su función económica podemos entender su persistente presencia desde que se inició el modelo neoliberal. Aunque se presenten como consecuencias indeseables e inevitables del mercado laboral, la realidad es que son factores económicos políticamente establecidos puesto que son necesarios para reproducir la hegemonía de la clase dominante.
Su funcionamiento puede observarse en muchos puestos de trabajo de personas que pueden ser consideradas como el nuevo proletariado: en la medida en que una trabajadora o trabajador se ve afectada por estos factores perversos del mercado de trabajo, aumenta su dependencia respecto al empleador de turno, que podrá aprovechar dicha vulnerabilidad económica y laboral para imponer a aquélla una relación de subordinación abusiva. Estos abusos pueden adquirir diferentes formas en función del aspecto en el que se dé: abusos horarios (horas extra obligatorias que a menudo ni se pagan, horarios insufribles), intensificación del ritmo de trabajo, realización de tareas no reflejadas en el contrato laboral (en ocasiones tareas de categorías superiores por las que no se está remunerando), renuncia a derechos (cogerse una baja o renunciar a participar en movilizaciones laborales como una huelga), etcétera.
… Las altas tasas de desempleo han servido para que gobiernos e instituciones públicas se plieguen a los intereses del capital y propicien y maximicen su rentabilidad con la excusa de facilitar al empresariado la creación de empleo. Esto ha servido de excusa perfecta para introducir las formas precarias de trabajo y para evitar otras medidas como las “peligrosas” subidas de salarios.
En definitiva, la introducción de formas legales de precariedad laboral, las bajadas de impuestos, las privatizaciones, los ataques contra el SMI, en resumen, los discursos contra los principales bastiones del Estado de Bienestar que parecían derechos inalienables a mediados del siglo XX, no son consecuencias inevitables del desarrollo económico, sino transformaciones promovidas por el empresariado para garantizar la continuidad del mercado asalariado capitalista.
… lo más urgente es hacer frente a esa caterva de economistas, periodistas y empresarios que promueven una postura ideológica tan miserable como la de defender que unas tasas de pobreza amplias son económicamente saludables.