El déficit de democracia en España y sus consecuencias económicas y sociales, de Vicenç Navarro
Temo las voces que proponen utopías regresivas, que han demostrado hasta la saciedad que llevan al fracaso. Las hay de izquierdas y de derechas. Radicalizaciones que pretenden que el Estado sustituya a la sociedad, a los actores económicos o, por el contrario, los que van a seguir defendiendo (lo están haciendo con éxito) que funcionemos de acuerdo con “la mano invisible del mercado” como elemento de autorregulación, sin intervención del Estado.
El Estado tiene que ser eficiente y austero; tiene que regular el funcionamiento del mercado, en particular del mercado financiero, al servicio de los intereses generales; tiene que preservar la distribución del ingreso garantizando y haciendo sostenible la sanidad pública, educación para todos y pensiones; tiene que estimular la iniciativa y facilitar el emprendimiento y la innovación, etcétera.
No son los mercados financieros, de Vicenç Navarro
El PSOE es una fuerza política en España. Somos el partido que más tiempo ha gobernado desde la llegada de la democracia a nuestro país. Además, hemos sido el partido que más comunidades autónomas y administraciones locales ha gestionado durante estos años y el que más ha contribuido a que España pasase de ser un país de alpargata a una potencia internacional. No hay duda de que la crisis nos ha afectado sobremanera y ha difuminado las políticas sociales y de desarrollo que llevamos a cabo en la primera legislatura de Zapatero, pero eso no puede ocultar la gran contribución que nuestro proyecto político ha hecho para sacar a España de la oscuridad y el tradicionalismo del modelo de la derecha.
Aunque la crisis aún no nos ha dejado (y aun cuando lo haga nos legará como compañero durante mucho tiempo un paro excesivo), los socialistas debemos mostrarnos fuertes como organización abanderada de ese proyecto progresista de valores donde la igualdad y la libertad van de la mano y que tanto bien ha hecho en estos 34 años a España.
Aunque estos años han sido muy duros por la crisis, algo habremos hecho mal si no hemos sabido trasladar a la ciudadanía que el Gobierno se ha partido el pecho cada día para atajar la crisis.
Digamos las cosas como son: el PSOE, que mostró fortaleza ideológica en los primeros años del mandato de Zapatero, ha acumulado algunos errores estratégicos en estos últimos tiempos. Cuando la economía lo permitía hicimos los avances sociales más importantes en 20 años y, desgraciadamente, tuvimos que frenar parte de esas políticas de redistribución de la riqueza porque la crisis redujo los ingresos y la solidaridad con los desempleados era prioritaria. No hay redistribución si previamente no se genera riqueza. En los últimos tiempos el afán por la reducción del déficit y las reformas para generar confianza en los mercados internacionales nos han alejado de las necesidades de los más desfavorecidos y no hemos sido capaces de explicar y repartir los sacrificios de forma equitativa entre ricos y pobres. Ahora es el momento de pedir equilibrio en el reparto de los sacrificios y esforzarnos más en explicar las decisiones políticas. El PSOE debe tener claro que es un proyecto transformador de la sociedad española donde se protege la libertad, para no caer en la uniformidad y la tiranía, y la igualdad, para no deslizarnos en la jungla de la insolidaridad y las competiciones despiadadas.