El sesgo de ‘La Sexta Noche’ y de sus economistas, de Vicenç Navarro
El cuello de Andrés, de Teresa Rodríguez
Millonarios patrióticos en EE UU, de Joaquín Estefanía
Resurrección y política, de Antonio Cañizares Llovera, cardenal arzobispo de Valencia
Una respuesta a Juan Ramón Rallo sobre la gestación subrogada, de Francisco José Contreras
La gestación subrogada es mala porque rompe la secuencia, disociando la gestación de la procreación y de la paternidad social. Es perjudicial para la gestante, que establecerá vínculos emocionales con la criatura que crece en su vientre, vínculos que quedarán traumáticamente interrumpidos tras el parto. Es perjudicial para el hijo, que quedará confundido por la pluralidad de “madres”, y que nunca podrá saber qué entrañas lo llevaron. Es mala para la sociedad en general, que se acostumbra a considerar trivial el desmantelamiento de una secuencia procreación-gestación-educación que la humanidad había mantenido unificada durante milenios, y con buenas razones.
… los reaccionarios que contemplamos con alarma la desaparición progresiva de la familia basada en el matrimonio no nos dejamos engañar ya a estas alturas por planteamientos aparentemente minimalistas.
… No soy médico, pero no creo que muchas mujeres fértiles y con pareja estable tengan problemas de salud que les impidan gestar.
También me parece muy improbable que haya abnegadas gestantes dispuestas a prestar un servicio tan extraordinario sin que medie remuneración. El supuesto de hecho de la norma no es creíble. Tenemos todas las razones para sospechar que se trataba de “introducir la cuña”: derribar el principio de indisociabilidad entre procreación y gestación. Destruido el principio, la ampliación del supuesto no tardaría en llegar.
… La vida reproductiva quedará disociada de una vida amoroso-sexual cada vez más volátil. Ya no será necesario comprometerse conyugalmente para conocer la experiencia de la paternidad: el individuo soberano podrá comprar el derecho al hijo. De la reproducción en pareja, a la autorreplicación narcisista. En EE.UU. existe ya el fenómeno: se les llama single parents by choice. Una gran ganancia de autonomía individual, que supongo complacerá a los libertarios. Pero que nos espanta a los liberal-conservadores.
El siguiente paso será el “bebé a la carta”: superando la primitiva “caja negra” de la combinación cromosómica aleatoria, que podía generar niños con deficiencias, o simplemente con un color de ojos distinto al deseado, el padre-consumidor podrá escoger con precisión cada vez mayor el fenotipo del hijo (bien mediante selección del donante de gametos, bien mediante diagnóstico preimplantatorio de los embriones obtenidos por fecundación artificial, eligiendo al que posea los genes que darán lugar a las características preferidas y descartando a los demás).
Las técnicas están ya ahí, o están a punto de llegar. Se levantarán voces que digan que “no se pueden poner puertas al campo” y que “la ley debe reconocer lo que ya es una realidad social”. Sólo podremos impedirlo si trazamos una raya firme en la arena; si nos convencemos de que, como ha escrito Fabrice Hadjadj, “el lecho conyugal es más creativo que el laboratorio del doctor Frankenstein”.