Tonterías selectas de Rafael Navarro De Castro: El precio justo de la sangría demográfica

Tonterías selectas de Rafael Navarro De Castro

El precio justo de la sangría demográfica

… esta forma de vivir y de sentir, tal vez un poco primaria vista desde el siglo XXI, ha hecho posible las ciudades y ha alimentado al mundo durante milenios. Bastarían un poco de reconocimiento y un poco de respeto para asegurar su subsistencia.

esta forma de vivir y de sentir, tal vez un poco primaria vista desde el siglo XXI, ha hecho posible las ciudades y ha alimentado al mundo durante milenios. Bastarían un poco de reconocimiento y un poco de respeto para asegurar su subsistencia.

Podríamos sobrevivir sin abogados, sin notarios y hasta sin jueces. Saldríamos adelante sin periodistas, banqueros o pilotos de aviación. Pero no duraríamos ni dos semanas sin el campo, es decir, sin los agricultores y ganaderos que producen nuestros alimentos. ¿Por qué entonces estas profesiones están en el peldaño más bajo del reconocimiento social? ¿Es que en este país no se come? Pues unos más y otros menos, unos mejor y otros peor, pero todos nos alimentamos cada día por la cuenta que nos trae. Basta acercarse a cualquier supermercado un sábado por la tarde, basta un vistazo rápido a esas colas y a esos carritos rebosantes, para comprender que la alimentación es un negocio, y no precisamente en decadencia, en esta sociedad sobrealimentada. El problema es que los beneficios, que no son pocos, se quedan por todas partes menos en las tierras de labor. Si los lineales están llenos de frutas y verduras, de carnes y pescados, de lácteos y cereales, es porque en algún lugar ignoto, y cada vez más despoblado, alguien se ha partido el lomo para arrancarle a la tierra esos manjares. Y la cuestión no es que ese alguien no tenga banda ancha o una atención sanitaria en condiciones, que también, la cuestión es que trabaja a cambio de miserias que es lo que se le ofrece por los frutos de sus fatigas. Son las multinacionales de la alimentación y las grandes superficies, ante la pasividad de las autoridades competentes y de la ciudadanía, las que imponen a los agricultores y ganaderos unos precios ridículos y abusivos que apenas cubren los costes de producción. Unos precios, por otra parte, que no representan más que una menguada fracción de lo que paga el consumidor cuando sale por la caja. ¿Adónde va a parar la diferencia?

En la sociedad del bienestar, cada día más amenazada, aún se impone el convencimiento de que hay cosas demasiado importantes como para dejarlas en manos de la empresa privada. Estamos orgullosos de nuestra educación y sanidad públicas y casi nadie cuestiona su necesidad. ¿Pero hay algo más importante para el bienestar que la alimentación? ¿Por qué la abandonamos entonces al capricho del mercado y sus especuladores? La ley de la oferta y la demanda, obsesionada por el máximo beneficio, no quiere saber nada de la dignidad de los pueblos, la calidad de los productos, el respeto al medio ambiente o la salud de los consumidores. Y así nos va, claro. El fenómeno se repite a lo largo y ancho del castigado planeta. Sus consecuencias, variopintas y fatales, no caben en estas líneas. La despoblación, el asunto que nos ocupa, es solo la más evidente. Las pequeñas y medianas explotaciones tienen que echar las trancas. Las grandes se industrializan. Se resienten los salarios y las condiciones laborales. Se perpetúa la explotación y la economía sumergida. El relevo generacional es impensable. Los jóvenes, aunque sean de pueblo, no son tan tontos como para aceptar esta extorsión y estas penalidades. Es cierto que muchos se marchan atraídos por la ciudad y sus oropeles, pero también lo es que otros tantos se quedarían en sus comarcas, orgullosos de su tierra, si hubiese forma humana de sobrevivir.

La sangría demográfica no se detendrá mientras el precio justo no sea otra cosa que un viejo programa televisivo de entretenimiento. Se trataba de un concurso en el que los participantes tenían que acertar el precio de las cosas. En los campos jugamos a eso todas las temporadas. ¿A cuánto nos pagarán el kilo de naranjas, de almendras o de espárragos? ¿Qué recibiremos por la leche, el trigo o el aceite? De acertar estas adivinanzas no depende un premio fabuloso sino penurias. La viabilidad de los pueblos no pasa solo por mejores comunicaciones, equipamientos o servicios, demandas legítimas y necesarias, sino por aceptarlos tal y como son, reconocerles sus méritos y remunerar con justeza sus esfuerzos.

Capital e ideología: aciertos y errores de Piketty, de Jean Pisany-Ferry

Más bien errores.

Capital e ideología: aciertos y errores de Piketty, de Jean Pisany-Ferry

… desde el punto de vista de las políticas públicas, la última parte, donde el autor propone una agenda de justicia social, es profundamente cuestionable.

… La desigualdad de riqueza, la desigualdad de renta, la desigualdad en el acceso a bienes esenciales como la educación y la sanidad han alcanzado niveles tan altos que no pueden solucionarse mediante pequeños ajustes en el margen, como se suele defender en los debates políticos.

La audaz agenda de Piketty se basa en tres pilares principales. El primero es el empoderamiento de los empleados a través de una reforma radical de la gobernanza corporativa; el segundo es una masiva redistribución de la riqueza y la renta a través de una reparación del sistema fiscal; el tercero, que solo se aplica a Europa, es moverse hacia un federalismo transnacional. Hay buenas razones para tenerlos en cuenta, pero también son muy problemáticos.

… Piketty … reivindica dar a los empleados la mitad de los puestos en los consejos de grandes empresas y limitar los derechos de voto de los accionistas reteniendo más del 10% del capital de la empresa.

… Piketty … ve el problema exclusivamente desde un punto de vista distributivo. Si sus reformas pueden conducir a una mayor eficiencia social, fomentar la innovación o reducir la obsesión con el corto plazo de las empresas es algo que está fuera de su enfoque. Piketty ve el capitalismo principalmente como una maquinaria de acumulación de riqueza, no como un impulsor de transformaciones económicas.

… La combinación que propone Piketty de un impuesto al patrimonio confiscatorio, un impuesto de sucesiones muy progresivo y un impuesto sobre la renta también muy progresivo va mucho más allá. Lo que implica es el fin de la propiedad del capital tal y como la conocemos.

De nuevo, no hay nada malo en romper tabúes y en proponer reformas fundamentales de la propiedad de capital. Pero con la condición de que se tengan en cuenta las repercusiones. El desdén aparente de Piketty por las repercusiones de sus propuestas es asombroso. No tiene en cuenta las consecuencias en las tasas de ahorro, el comportamiento de los inversores o la innovación. En la cuestión de la gobernanza corporativa, solo le interesa la distribución. Mientras que el uso repetido del concepto “capital” en el título de sus libros es una referencia innegable a Karl Marx, a Piketty no le interesa casi nada el lado de la producción. El capital, para él, no significa más que la riqueza.

… En las tres cuestiones –gobernanza corporativa, impuestos y gobernanza europea–, las propuestas de Piketty, por lo tanto, plantean muchas preguntas que no es capaz de responder. De hecho, ni siquiera lo intenta.

En ausencia de una discusión sistemática de las implicaciones y posibles objeciones a sus ideas, no pueden considerarse propuestas de políticas públicas serias. Al final, lo que resulta profundamente inquietante en este libro no es el radicalismo de sus planes. Es el contraste entre la meticulosidad de su análisis empírico y su descuido a la hora de plantear políticas públicas.

Tonterías selectas de Teresa Galeote, Comisión Política del Partido Feminista de España

Tonterías selectas de Teresa Galeote, Comisión Política del Partido Feminista de España

¿Por qué matar mujeres importa tan poco?

La cifra oficial rebaja el número para no hacer tan ostensible la tragedia.

cultura patriarcal, en perfecto maridaje con el perverso sistema económico que padecemos

status de cosificación que se dio a las mujeres

agresiva cultura patriarcal, desencadenante de todo tipo de conflictos.

En nuestro país las violaciones, los maltratos y los asesinatos dan cifras alarmantes, pero a los sucesivos gobiernos, al parecer, les parece que son efectos colaterales de nuestra compleja sociedad.

la actual Ley de violencia de género … no es buena porque permite seguir asesinando mujeres impunemente. No es buena porque cuando las mujeres denuncian los continuos malos tratos y las amenazas de muerte no se pone suficientes mecanismos en marcha para abortar los asesinatos anunciados. No es buena porque se exige la carga de la prueba a la mujer y no al agresor y presunto asesino.

Las mujeres merecemos una ley integral que nos proteja de violadores y de asesinos, pero eso no está entre las prioridades del gobierno. Hacen falta leyes que penalicen la violencia machista, leyes que no puedan ser interpretadas de diversas formas, leyes que protejan a la mujer y que condenen al agresor. La paridad de hombres y mujeres en la representación política no es suficiente si no se logran leyes que saquen a la mujer del estado de servicio y cosificación que aún perdura; leyes que garanticen el respeto que las mujeres merecemos como protagonistas de nuestra vida, y sin peligro de ser asesinadas. Los crímenes de mujeres deben tipificarse como crímenes de lesa humanidad, por cuanto se ejerce terrorismo sobre una determinada población.

somos mujeres, seres incompletos según algunos filósofos antiguos y contemporáneos, seres para satisfacer a prostituidores y proxenetas, o para alquilar vientres, (vasijas, según Platón y Aristóteles).

Los políticos, con algunas dignas excepciones, no entienden la situación porque asumen la ideología patriarcal. Y ese virus les lleva a decir que debe legalizarse la prostitución, aunque ésta sea la nueva esclavitud del siglo XXI (de cada diez víctimas de la trata de mujeres siete son menores de edad). Y compruebo, con mucha tristeza, que cuando las mujeres llegan al poder utilizan los mismos parámetros mentales que los hombres, que no es otro que afianzar la milenaria cultura patriarcal que rige el mundo.

La cosificación de la mujer llega al paroxismo cuando los anuncios que denigran a la mujer están permitidos, cuando la mujer se expone como un objeto que pueden comprar los hombres para afianzar su masculinidad y su poder. La realidad es que se fomenta la violencia machista desde diversos ámbitos del Estado y de la sociedad, normalizando actitudes que deberían ser condenadas con contundencia.

Thomas Piketty contra el capitalismo y la propiedad privada

Cuenta Thomas Piketty en esta entrevista que en su libro Capital e ideología estudia las ideologías que han justificado las desigualdades, con especial atención a la propiedad privada como causante fundamental. Quiere “superar” el capitalismo y la propiedad privada: no “abolir” o “suprimir”, que suenan mal, sino “superar”, porque suena bien y sería retrógrado oponerse a algo que suena bien. No a lo negativo, sí a lo positivo.

Defiendo un sistema de socialismo participativo. También se puede hablar de economía participativa o circular. La idea es que necesitamos la participación de todos, no solo en la vida política, sino también en la económica. No puede haber una hiperconcentración del poder en un número reducido de personas. El poder debe circular.

Un socialismo participativo es un absurdo contradictorio. El socialismo se caracteriza por la propiedad pública (estatal) de los medios de producción: el poder se concentra de forma absoluta en los planificadores centrales, lo que casa mal con la participación de otros agentes no estatales, y peor con la participación de todos. Como mucho en un socialismo democrático se puede permitir a los ciudadanos elegir quiénes serán sus gobernantes, y una vez elegidos estos tendrán todo el poder. Piketty abusa del término “socialismo”, le añade un “participativo” y el engendro significa que todo el mundo tenga suficiente capital pero no demasiado, traspasándolo por la fuerza de quienes tienen más a quienes tienen menos.

Piketty se opone a la hiperconcentración del poder económico en unos pocos multimillonarios, pero no parece tener problemas con la hiperconcentración del poder político de los Estados en unos pocos gobernantes. Afirma que el poder debe circular, pero se refiere solamente a la riqueza, y oculta que lo que propone es una circulación forzada de quienes la han producido (o recibido como regalo) a quienes no lo han hecho.

… el capitalismo hoy es diferente al del siglo XIX. El capitalismo puro consistiría en concentrar todo el poder en los propietarios y los accionistas, poder despedir a quien uno quiera y cuando quiera, o triplicar el alquiler al inquilino de la noche a la mañana. Un capitalista del siglo XIX vería como una herejía las reglamentaciones actuales para limitar los derechos de los propietarios.

El capitalismo simplemente permite la propiedad privada de los medios de producción. El propietario concentra todo el poder sobre su propiedad, pero a cambio no tiene ningún poder sobre la propiedad ajena: el poder en realidad está diluido entre los individuos porque todos pueden ser propietarios, y todos lo son al menos de su propio cuerpo y su capacidad de trabajo. La propiedad privada es la mejor defensa contra los abusos de los poderosos porque en la propiedad manda cada dueño, y los demás pueden proponer intercambios pero no imponerlos. Algunos propietarios muy ricos pueden tener más bienes y riqueza que otros, pero en un sistema de mercado libre seguramente es porque son responsables de su producción y no se la han quitado a nadie.

El capitalismo no defiende poder despedir a quien uno quiera cuando quiera sino tener libertad contractual, y los contratos laborales voluntariamente pactados por las partes especifican las condiciones en las que se puede o no despedir a un trabajador. En algunos casos tal vez no sea necesaria ninguna justificación, notificación previa o compensación por el despido, igual que el comprador de un bien o servicio que no tenga ningún compromiso contractual no tiene por qué justificar al vendedor si deja de intercambiar con él.

Los precios de alquiler en el mercado libre se reflejan en contratos de cierta duración predeterminada, de modo que no pueden ser modificados sin más durante su duración; al terminar el contrato las condiciones deben ser negociadas de nuevo, y ninguna parte puede imponerle unilateralmente nada a la otra. Lo del aparente escándalo de triplicar el alquiler a un inquilino es algo entre raro o imposible de lo cual obviamente no ofrece ningún ejemplo real porque es demagogia torpe y barata.

Piketty parece burlarse del capitalista del siglo XIX al mencionar la percepción de herejía: no se plantea en absoluto la posible ilegitimidad de las actuales limitaciones a los derechos de los propietarios, ni que sean un retroceso y no un avance progresista.

Hay una evolución hacia una mayor igualdad. Las desigualdades, aunque hayan aumentado desde los años ochenta o noventa, son menores que hace un siglo. El mundo del siglo XIX, con una propiedad concentrada en unos pocos, no solo era injusto, sino que producía menos crecimiento que el que hubo en el siglo XX con la clara reducción de las desigualdades.

Su concepción de la justicia es equivalente a la igualdad: no ante la ley, sino de resultados mediante la ley. Es más justa una sociedad si la propiedad está más uniformemente distribuida, independientemente de cómo se haya obtenido esa propiedad: mediante la producción y el intercambio, mediante el robo por uno mismo o mediante la redistribución coactiva por parte del Estado.

La lección de la historia es que la propiedad privada es útil para el desarrollo económico, pero únicamente si se equilibra con otros derechos: los de los asalariados, de los consumidores, de las diferentes partes. Yo digo sí a la propiedad privada, mientras se mantenga en lo razonable.

Reconoce la utilidad económica de la propiedad: “es un buen sistema para coordinar las acciones individuales y permitir a cada uno realizar sus proyectos”. Sin embargo no menciona su importancia ética como única norma justa universal, simétrica y funcional. Dice que debe equilibrarse con otros derechos, pero sin especificar cuáles son estos, y como si asalariados o consumidores no fueran también propietarios. Obviamente no sabe cómo justificar todos los auténticos derechos a partir de la propiedad y mediante contratos libres. No explicita qué entiende como razonable: tal vez lo que a él, mente privilegiada con altos estudios, le parezca bien decirnos desde su arrogancia tecnocrática disfrazada de sentido común.

Aunque reconoce que la propiedad es emancipadora y está ligada a la libertad, no le basta con “la igualdad formal ante el derecho de la propiedad sin ir hacia la igualdad real, hacia la verdadera difusión de la propiedad.” Es decir que no basta con que las leyes protejan la propiedad (contra el robo) y especifiquen cómo conseguirla de forma legítima, sino que además deben garantizar que todo el mundo tenga propiedad y sin grandes diferencias de riqueza. No ve problema en quitarles su propiedad a unos para dársela a otros y así garantizar que todos tengan algo que se llama propiedad pero en realidad no lo es porque otros pueden quitártela legalmente con la excusa de que es más justo que la tengan otros. Los límites de la propiedad ya no están en la propiedad ajena sino en lo que otros quieran y consigan quitarme mientras me aseguran que es que tengo más de lo razonable.

Defiende las reformas agrarias y la limitación de las propiedades individuales:

En el momento de la Revolución, no se hizo una gran reforma agraria en Francia. No se dio a los campesinos 10 hectáreas, ni se limitaron las propiedades individuales a 200 o 500 hectáreas. Otras sociedades lo hicieron. Cuando se ofrece a la gente la posibilidad de trabajar la tierra para sí mismos, se mejora la productividad. Lo mismo vale en general.

No ve que lo esencial no es trabajar la propia tierra, sino poder apropiarse legalmente de los frutos del propio trabajo sin que estos sean confiscados. No considera que cuando uno es más productivo y exitoso en el mercado quizás colonice o compre y acumule más tierras, y que si no puede hacerlo porque su propiedad individual está limitada por un máximo legal entonces seguramente deje de esforzarse. Lo mismo puede pasar con el empresario que sabe que le van a quitar su empresa si esta crece demasiado.

Exige “que haya acceso a la propiedad” como si ello estuviera prohibido o fuera imposible en un sistema de libre mercado. Tal vez ignora que es posible acceder a la propiedad mediante intercambios voluntarios o mediante primer uso de cosas no poseídas.

Afirma que “la sacralización del derecho de la propiedad convierte las relaciones sociales en algo brutal” y pone como ejemplo la propiedad de seres humanos por otros seres humanos. Ignora que la esclavitud es prácticamente siempre (salvo que se acceda a ella de forma voluntaria) una forma de posesión violenta e ilegítima incompatible con un mercado libre. Pone como ejemplo de “contradicción de la filosofía de la propiedad” a Alexis de Tocqueville (presunto intelectual liberal), que consideraba que con la abolición de la esclavitud había que compensar a los propietarios de esclavos, en vez de a los esclavos; también a los esclavos de Haití, que tuvieron que pagar a Francia por su emancipación. Como Piketty no conoce la fundamentación ética de la libertad y la propiedad ve contradicciones internas donde solo hay un error grave de un pensador (torpe o quizás no tan liberal) y un caso de injusticia que no reflejan realmente la filosofía de la propiedad sino su negación.

Frente a la posible pendiente resbaladiza que permitiría la redistribución de la riqueza al no tener límite y no saber dónde parar, Piketty asegura que “la historia muestra que, por medio de la deliberación democrática, se pueden encontrar límites a lo que es una propiedad privada razonable y lo que es una propiedad privada excesiva.” Es tan ingenuo que cree que en las democracias se delibera y se razona, y reconoce que democráticamente es posible confiscar tanta riqueza como la mayoría desee: la propiedad ya no es una protección del individuo y su libertad contra las agresiones ajenas sino el dominio exiguo sobre lo que la mayoría tenga a bien conceder al individuo minoritario.

Piketty propone un impuesto del 90% sobre el patrimonio de los más ricos: “El objetivo es hacer circular la propiedad, permitir que todo el mundo acceda a ella.” Que todo el mundo acceda a propiedad que han producido legítimamente otros, es decir que el parasitismo sea legal.

El impuesto sobre la propiedad permitiría financiar una herencia para todos de 120.000 euros a los 25 años.

Aparte de que los números quizás no salgan tan bonitos, se estaría diciendo a los jóvenes que tienen derecho a la riqueza por la cara, a cambio de nada, sin necesidad de producir ni aportar nada valioso a cambio.

Ahora la mitad de la población no posee patrimonio. Aunque uno tenga un buen diploma y un buen salario, puede que una parte importante del salario sirva para pagar toda la vida un alquiler a hijos de propietarios y carezca de medios para crear su propia empresa.

Los números redondos como “la mitad de la población” suelen tener trampa. A Piketty le parece mal que un padre deje un patrimonio a sus hijos en forma de propiedad inmobiliaria que les permita obtener rentas del alquiler. Los pobrecitos inquilinos, a pesar de tener “un buen diploma y un buen salario”, están pagando toda la vida un alquiler en lugar de comprar su propia vivienda como si estuvieran en las garras del malvado arrendador. Y además no tienen medios para crear su propia empresa, como si todo el mundo tuviera que tener su propia empresa y como si los mercados de capitales estuvieran cerrados a las buenas ideas.

Quiero una sociedad en la que todo el mundo pueda tener algunos centenares de miles de euros, y en la que algunos que crean empresas y tienen éxito tengan unos millones de euros, quizá a veces unas decenas de millones de euros. Pero, francamente, tener varios centenares o miles de millones no creo que contribuya al interés general.

Y yo quiero felicidad, amor y salud para todos y la paz en el mundo. También quiero que la gente tenga riqueza, pero tengo ciertos escrúpulos morales que me prohíben quitársela por la fuerza a unos para dársela a otros y que así la distribución sea más conforme a mis preferencias subjetivas.

Piketty es tan generoso que permite que los empresarios de éxito tengan incluso decenas de millones de euros: otros serían mucho más cicateros y querrían quitarles más o todo. Se saca los números del sombrero mágico, y le sale que cientos o millones de euros ya no contribuye a un indefinido interés general. Olvida mencionar el interés de todos aquellos que hicieron negocios o intercambiaron con estos millonarios, como clientes, trabajadores o proveedores, y se beneficiaron por ello.

Afirma que las liberalizaciones y reducciones de impuestos de la época de Reagan en los años ochenta han incrementado el número de milmillonarios pero han reducido el crecimiento y no han incrementado los salarios. Esto es esencialmente falso, y además es absurdo criticar a los milmillonarios ya que el mero hecho de serlo suele mostrar que ellos sí que han contribuido al crecimiento generando enormes cantidades de riqueza.

… la verdadera razón fue que se estancó la inversión en educación. El resultado es que hoy muchas personas van a la universidad sin los medios que necesitarían. La lección es que lo que llevará al crecimiento en el siglo XXI es, ante todo, la educación.

Obviamente no conoce la crítica contra el exceso de educación de Bryan Caplan (The Case Against Education) y no sabe cómo se (mal)gastan recursos en señalización social. No distingue la inversión privada de la pública, probablemente porque no quiere que la gente decida individualmente cuánto invertir en educación sino subsidiarla o dirigirla desde el poder central del Estado.

Respecto a la arbitrariedad del impuesto a la riqueza del 90%, Piketty nos informa, por si no nos habíamos dado cuenta, de que “Un 90% a quien tenga 1.000 millones de euros significa que le quedarán 100 millones de euros. Con 100 millones todavía uno puede tener un cierto número de proyectos en la vida.” Tal vez se cree muy gracioso después de haber propuesto la confiscación de 900 millones de euros: calderilla que la pierdes y no duele. También con 10 millones de euros uno puede tener un cierto número de proyectos en la vida, incluso con 1 millón solo. Piketty es generoso y deja a los milmillonarios que se queden un 10%. No explica a partir de qué nivel de riqueza se aplicaría este impuesto, qué pasaría con el efecto frontera (quedarse en el límite), cuándo se ejecutaría el impuesto, ni otros enojosos detalles seguramente sin importancia.

El objetivo es regresar a un nivel de concentración de la fortuna que era más o menos el de los años sesenta, setenta u ochenta en Estados Unidos y en Europa. Mi enfoque es empírico. Lo que queremos evitar es la sedimentación. Mark Zuckerberg tuvo una buena idea a los 25 años. Pero, ¿esto justifica que a los 50 o 70 años continúe decidiéndolo todo sobre una red social mundial?

Para un progresista resulta misterioso este regreso al pasado idílico en lugar de mirar hacia el futuro. No explica qué es eso de la sedimentación que quiere evitar. Sobre Mark Zuckerberg, olvida que Facebook tiene muchos más accionistas que son los que lo nombran para que dirija la empresa, quizás porque lo hace bien para obtener beneficios. Que la red social sea mundial no significa que pertenezca al mundo y que por eso pueda confiscarse la riqueza de su creador.

Si no se para el aumento de las desigualdades Piketty advierte de “una explosión de la Unión Europea, otros Brexit. O bien una toma del control por parte de movimientos xenófobos”. Según él hay que “regular el capitalismo, hacer pagar impuestos a los más ricos y tener una economía más justa”. Olvida que el capitalismo ya tiene reglas (la inviolabilidad de la propiedad, la libertad contractual y las normas generadas en los pactos contractuales), que los ricos ya pagan grandes cantidades de impuestos, y que conviene aclarar qué entiende uno por justicia si va a jugar a hacer juicios morales que van mucho más allá de su (in)competencia como economista. También asegura que “nos desatamos golpeando a los pobres de origen extranjero”, sin plantearse que es la anquilosada y empobrecedora socialdemocracia, con su constante redistribución coactiva de riqueza y la lucha por la misma, la que genera resentimientos contra los de fuera.

Piketty reconoce que es propietario (quiere decir muy rico) y lamenta que su presidente Macron “decidió exonerarme del impuesto sobre la fortuna”. Seguramente no lo hizo por él personalmente, y si Piketty quería pagarlo, como mendazmente dice, las haciendas estatales suelen aceptar todo tipo de regalos voluntarios en favor del tesoro público: como este regalo no ha sido recibido, muestra con su acción su preferencia revelada de quedarse con su fortuna. Lo que seguramente quiere no es pagarlo solamente él sino que tengan que hacerlo todos los que tienen tanto como él o más, que es muy distinto.

Cuando uno escribe un libro como El capital en el siglo XXI, del que se venden 2,5 millones de ejemplares, no significa que sea mil veces mejor que aquellos de los que se venden 2.500 ejemplares. En parte es la suerte. Y me beneficié de las ideas de colegas y del sistema educativo francés. Es una ilustración perfecta de que las rentas y la propiedad siempre tienen orígenes sociales. No lo inventamos todo nosotros solos. Desde el momento en que uno obtiene altos ingresos, se ha beneficiado de muchas otras personas. Mi experiencia ha confirmado mis convicciones.

Efectivamente Piketty no es mil veces mejor, y ha tenido mucha suerte de ponerse de moda como el economista de izquierdas del momento. Sobre que se benefició del trabajo de otros, olvida mencionar que ese trabajo ya fue pagado en su momento, que no se hizo gratis, y que las ideas son de consumo no rival. La riqueza tiene origen social en el sentido de que a menudo se consigue o se produce en equipo o mediante intercambios con otros, pero esos otros ya han sido compensados y no tienen derecho a estar reclamando más pagos de forma perpetua.

Piketty a menudo tiene una visión estática de la distribución de la riqueza para reconfigurarla a su gusto de forma más uniforme, y cuando añade un componente dinámico solo es para mirar de forma equivocada hacia atrás (todo lo hemos hecho entre todos), y olvida mirar al futuro y preguntarse qué pasará con los grandes creadores de riqueza si saben que les van a expropiar el 90% de la misma: no sabe, no contesta.

En este extracto de su libro resume sus análisis y propuestas:

… estoy convencido de que es posible superar el capitalismo y la propiedad privada y construir una sociedad justa basada en el socialismo participativo y en el federalismo social. Esto pasa principalmente por desarrollar un régimen de propiedad social y temporal que repose, por una parte, en la limitación y la distribución (entre accionistas y asalariados) de los derechos de voto y de poder en las empresas y, por otra parte, en una fiscalidad fuertemente progresiva sobre la propiedad, en una dotación universal de capital y en la circulación permanente de la riqueza. También pasa por la fiscalidad progresiva sobre la renta y por un sistema de regulación colectiva de las emisiones de carbono que contribuya a la financiación de los seguros sociales y de una renta básica, así como por la transición ecológica y un sistema educativo verdaderamente igualitario.

Quiere entrometerse en la dirección de las empresas dando derechos de voto a los trabajadores sin que estos tengan que aportar capital ni asumir los riesgos de los accionistas, y obviando la posibilidad de que los trabajadores cobren parte de su salario en acciones, o simplemente las compren con su propio dinero si así lo desean.

La fiscalidad sobre la propiedad y la renta no solo deben ser progresivas sino fuertemente progresivas, o sea machacar a impuestos a los más ricos en renta y riqueza. No importa si eso desincentiva la producción de riqueza y el ahorro hasta que no quede renta y riqueza que gravar.

Dar capital a todo el mundo suena muy bonito si se olvida que este se ha expropiado a unos para dárselo a otros, y que los receptores quizás no sean especialmente hábiles en el uso del mismo: algunos quizás lo usen productivamente mientras que muchos otros lo invertirán mal o simplemente lo consumirán.

El Estado debe disponer de recursos para seguros sociales y renta básica: nada de plantearse que los individuos podrían resolver sus propios problemas mediante asociaciones libres no parasitarias de la riqueza ajena.

El sistema educativo debe ser verdaderamente igualitario: nadie podrá ofrecer servicios de mejor calidad, y los progenitores no podrán dar mejores oportunidades a sus hijos.

La superación del capitalismo y la propiedad privada también pasa por organizar la mundialización de otra manera, con tratados de cooperación al desarrollo que giren en torno a objetivos cuantificados de justicia social, fiscal y climática, cuyo cumplimiento condicione el mantenimiento de los intercambios comerciales y de los flujos financieros. Una redefinición del marco legal como ésta exige la retirada de un cierto número de tratados en vigor, en particular los acuerdos de libre circulación de capitales puestos en marcha desde los años 1980-1990 y su sustitución por nuevas reglas basadas en la transparencia financiera, la cooperación fiscal y la democracia transnacional.

Para destrozar con éxito el capitalismo y la propiedad privada es necesario un gobierno mundial o un sistema de acuerdos de boicoteo contra quienes quieran mantener sociedades y mercados libres. El capital no debe poder moverse libremente para así poder confiscarlo más fácilmente.

Algunas de estas conclusiones pueden parecer radicales. En realidad, son una continuación del movimiento hacia el socialismo democrático que se inició a finales del siglo XIX y que ha supuesto una profunda transformación del sistema legal, social y fiscal. La fuerte reducción de las desigualdades observada a mediados del siglo XX fue posible gracias a la construcción de un Estado social basado en una relativa igualdad educativa y en un cierto número de innovaciones radicales, como la cogestión germánica y nórdica o la progresividad fiscal a la anglosajona. La revolución conservadora de la década de 1980 y la caída del comunismo interrumpieron este movimiento y contribuyeron a que el mundo entrase, a partir de los años 1980-1990, en un periodo de fe indefinida en la autorregulación de los mercados y casi de sacralización de la propiedad.

El socialismo democrático es bueno, justo y necesario: es la expresión del progreso natural, solo interrumpido por la revolución conservadora (junto con la incómoda caída del comunismo), que no tiene un pensamiento económico y social profundo sino solo “fe” y “sacralización”.

Piketty llega a afirmar que “la toma de conciencia de las limitaciones del capitalismo mundial desregulado se ha acelerado tras la crisis financiera de 2008.” Al parecer vivimos en un capitalismo puro sin interferencia estatal, o en la ley de la jungla sin ningún tipo de normas. Asegura que “el riesgo de una nueva oleada de competencia exacerbada y dumping fiscal y social es desgraciadamente real”: no está claro si acepta la competencia que no sea exacerbada; sí lo está que cree que los gobiernos que reducen impuestos y eliminan regulaciones están haciendo trampas.

Tonterías selectas de Paul B. Preciado: La heterosexualidad es peligrosa

Tonterías selectas de Paul B. Preciado:

La heterosexualidad es peligrosa, de Paul B. Preciado

… ser un cuerpo identificado como “mujer” sobre el planeta Tierra en 2019 es una posición política de alto riesgo. Y digo “posición política” y no posición anatómica porque no hay nada, empíricamente hablando, que permita establecer una diferencia sustantiva entre hombres y mujeres.

… Las mujeres son objeto de violencia porque son culturalmente situadas en una posición política subalterna frente al hombre hetero-patriarcal.

… resultan no sólo empíricamente erróneas sino también políticamente obscenas las críticas de las feministas conservadoras españolas como Amelia Valcárcel o Lidia Falcón contra las mujeres trans. No sólo las mujeres trans no son agentes de violencia, sino que, al contrario, son uno de los sujetos políticos más vulnerables frente a la violencia hetero-patriarcal.

Vivimos, como afirma la feminista boliviana María Galindo, en “machocracias”, o por decirlo con Cristina Morales, culturas “macho facho neoliberales” donde la violencia se ejerce sobre todas las mujeres y sobre todos los cuerpos no-binarios y no heteronormativos, ya sean cis … o trans y en esto en regímenes políticos aparentemente tan distintos como Bolivia, Irán y Francia. La revolución feminista será la revolución de todes o no será.

… los ataques, abusos y asesinatos de mujeres en el ámbito doméstico se producen dentro del marco de la relación heterosexual. Este dato no es nunca mencionado cuando se habla de feminicidio, pero es quizás políticamente el más importante. La heterosexualidad es un régimen sexual necropolítico que sitúa a las mujeres, cis o trans, en la posición de víctima y erotiza la diferencia de poder y la violencia. La heterosexualidad es peligrosa para las mujeres.

El reconocimiento de esta relación silenciada entre violencia y heterosexualidad exige el cambio de nuestros objetivos políticos. Mientras el movimiento gay y lesbiano se ha concentrado en los últimos treinta años en la legalización del matrimonio homosexual, un movimiento de liberación somatopolítica se daría hoy como objetivo la abolición del matrimonio heterosexual como institución que legitima esa violencia. Del mismo modo, el reconocimiento del hecho de que la mayor parte de los abusos y las violencias sexuales contra niños, niñas y niñes tienen lugar en el seno de la familia heterosexual llevaría a la abolición de la familia como institución de reproducción social, en lugar de a la demanda de legalización de la adopción por parte de las familias homoparentales. No necesitamos casarnos. No necesitamos formar familias. Necesitamos inventar formas de cooperación política que excedan la monógama, la filiación genética y la familia hetero-patriarcal.

Si las mujeres trans fueran el problema del feminismo, entonces, déjenme decirles que no habría problema. Las mujeres trans no son el agente de la violencia, del abuso o del maltrato. Pero les es más fácil a las feministas naturalistas acusar a las mujeres trans en lugar de señalar un problema que concierne a sus propias vidas y requiere cuestionar sus propias camas: la heterosexualidad normativa. El carácter constitutivamente violento de la heterosexualidad normativa fue denunciado desde mediados del siglo pasado por buen número de feministas radicales, sin embargo, esas críticas no pudieron ser oídas a causa de la lesbofobia que atraviesa el sistema patriarcal y que impregna también el feminismo, una lesbofobia sólo equiparable a la transfobia del feminismo actual.

… Monique Wittig define la heterosexualidad no como una práctica sexual sino como un régimen político. La afirmación de que hay mujeres que son naturalmente heterosexuales es tan falaz como la de que los hombres son por naturaleza violentos. Para Adrienne Rich, la heterosexualidad no es una orientación o una opción sexual, sino una obligación política para las mujeres. No hay deseo, hay norma. Rich denomina a esa ley no escrita heteronormatividad. Audre Lorde examina la relación entre heterosexualidad y racismo y nos enseña a detectar las violentas formas de erotización de los cuerpos subalternos en las culturas hegemónicas. Si para Virginia Woolf una mujer necesitaba una habitación propia para escribir, para Audre Lorde esa habitación, si es libre y segura, no puede estar en el domicilio heterosexual y mucho menos conyugal.

… las mujeres heterosexuales siguen siendo asesinadas por sus maridos y por sus novios. Si es cierto que hoy es más fácil afirmarse como lesbiana que en 1960, la heterosexualidad recalcitrante no ha dejado de ser por ello igualmente mortífera.

… Son los hombres cis los que deben iniciar ahora un proceso de des-identificación crítica con respecto a sus propias posiciones de poder en la heterosexualidad normativa. Des-machificarse, des-fachoizarse, des-neoliberalizarse.

Con las políticas de género nos ocurre lo mismo que con las políticas del medioambiente: sabemos muy bien lo que está ocurriendo y nuestra propia responsabilidad en ello, pero no estamos dispuestos a cambiar. Esta resistencia al cambio se manifiesta no sólo por parte de aquellos que ocupan posiciones hegemónicas, sino también por parte de los cuerpos subalternos, aquellos que sufren de forma más directa las consecuencias de un régimen de poder. Nos da miedo perder privilegios, o renunciar a lo poco que tenemos, tememos reconocernos en lo abyecto. Pero lo supuestamente abyecto es mejor que la norma.Sólo la transformación del deseo podrá movilizar una transición política. Imagino que lo que estoy diciendo no genera un entusiasmo inmediato en las masas, pero es preciso afrontar colectivamente las consecuencias de la herencia necropolítica del patriarcado —si fuera un disco lo habrían llamado Expansive shit—. Sólo la des-patriarcalización de la heterosexualidad permitirá redistribuir las posiciones de poder, sólo la des-heterosexualización de las relaciones haría posible la liberación no sólo de las mujeres, sino también y paradójicamente, de los hombres. Entre tanto, que cada mujer tenga una pistola y sepa usarla. No hay tiempo que perder. La revolución ya ha comenzado.

Tonterías selectas de César Rendueles: Nostalgia del racionamiento

Tonterías selectas de César Rendueles:

Nostalgia del racionamiento

Cualquier demócrata debería condenar la dictadura estalinista, pero la reprobación no es lo único que se puede decir sobre la vida en el Este. En especial, la caída del Muro significó la demonización del vocabulario político relacionado con la planificación económica.

… Las economías de Polonia, Checoslovaquia y Hungría estaban tan monopolizadas como la de Estados Unidos. En 1990, las 100 mayores compañías checoslovacas reunían el 26% del empleo; en Estados Unidos era el 24%. Ningún sátrapa soviético soñó jamás con el nivel de monopolio de nuestra industria del automóvil, con el grado de planificación e integración vertical de Amazon o Walmart.

… el capitalismo ha arrojado a la humanidad a una dramática crisis de escasez de energía, minerales, suelos fértiles y recursos necesarios para la vida. Nos negamos a reconocerlo por una mezcla de miopía y egoísmo: harían falta tres mundos y medio para generalizar las pautas de consumo de los españoles. Eso significa que estamos acaparando bienes y servicios esenciales a los que millones de personas —tal vez nosotros mismos— no tendrán acceso en el futuro. Somos estraperlistas históricos enredados en su propio timo piramidal. Los supermercados capitalistas están tan desabastecidos como los soviéticos: no lo vemos porque vivimos instalados en el saqueo ecológico.

… Cada vez más bienes y servicios hoy abundantes en Occidente —como los viajes en avión, la calefacción o la carne— se volverán inaccesibles para la mayoría. La cuestión es si el reparto de esos recursos escasos se producirá a través del mercado, de forma que unos pocos los acapararán; si dará lugar a una dictadura burocrática, como en la RDA, o si somos capaces de imaginar una forma de planificación justa, igualitaria y sostenible.

… Necesitamos cartillas de racionamiento medioambientales que aseguren que, entre otras muchas cosas, la energía, el transporte o los alimentos se reparten según criterios democráticos basados en las necesidades sociales. La alternativa es un escenario distópico de ecofascismo y guerra.

Tonterías selectas de Elena San José sobre feminismo y liberalismo

Tonterías selectas de Elena San José:

Feminismo liberal

… que el feminismo esté de moda significa que el mercado, el poder, va a intentar utilizarlo a su favor hasta haber conseguido absorberlo por completo.

Amancio Ortega … trampea la ley para pagar menos impuestos y deslocaliza negocios para producir más barato a costa de los derechos humanos…

… cada vez que abrimos un mercado estamos obligando a los pobres a entrar en él. Da igual si se trata de los vientres de alquiler o de la prostitución: ambos constituyen un gigantesco negocio internacional de explotación de mujeres pobres.

… lo más falaz de todo es el enfoque, que siempre es el de la oferta, como si la causa de que exista la prostitución fuera la existencia de mujeres que se prostituyen y no la existencia de hombres dispuestos a pagar por consumir el cuerpo de mujeres que no les desean. Quizá lo que hay que hacer es empezar a cambiar el sujeto de las preguntas: ¿quién demanda la prostitución?, ¿por qué las mujeres no acceden a este servicio en la medida en la que lo hacen los hombres?, ¿por qué no hay apenas oferta masculina?, ¿es apropiado hablar de consentimiento o deberíamos hablar de deseo?

… El capitalismo disfraza de modernidad y empoderamiento las prácticas más viejas y deshumanizantes (precariedad laboral, mercantilización de la vida), y lo hace además enarbolando la bandera de la incorrección política. Pero si nos desprendemos del envoltorio y las capas de barniz, comprobamos que las relaciones de poder siguen intactas, da igual si el instrumento es una fábrica industrial o una plataforma de comida a domicilio. En el decálogo del partido naranja se lee: «nunca habrá igualdad sin libertad», pero lo cierto es que la única manera de llegar a la libertad es mediante la igualdad, pues solo entre iguales se puede ser libre.

… El feminismo teoriza sobre lo que une a las mujeres, también a las de las clases más altas, pues todas compartimos una historia de opresión, en palabras de la teórica Ana de Miguel, pero también teoriza y se rebela contra la alianza entre patriarcado y capital, cuyos efectos no solo no se reparten equitativamente sino que siempre recaen en las mismas: las de abajo y las de fuera.

… el feminismo trabaja por la libertad de todas, no por el beneficio de unas pocas a costa de la libertad de las demás.

… Capitalismo y patriarcado son dos sistemas autónomos, cada uno trasciende al otro, pero también lo refuerza. Y cabe recordar, volviendo a la ya citada Ana de Miguel, que la teoría feminista es una teoría crítica del poder y no una teoría neoliberal de la preferencia individual. No se pueden defender los derechos humanos desde un sistema que priva de ellos a la mayoría social. El mal llamado feminismo liberal: ni es feminista, ni es liberal.

Tonterías selectas de Pedro Carlos González Cuevas

El dilema de Vox: neoliberalismo o derecha identitaria

… el principal error en el que los dirigentes de VOX han incurrido, como señalo en mi libro VOX entre el liberalismo conservador y la derecha identitaria, es el de su modelo económico.

… El neoliberalismo económico supone, a medio plazo, la destrucción de los ya de por sí frágiles vínculos sociales todavía presentes en nuestra sociedad. Y es que, en rigor, conservadurismo moral y neoliberalismo económico, resultan incompatibles. Como ha puesto de relieve Alain de Benoist o el gran liberal que fue Raymond Aron, Friedrich Hayek, pese a sus lúcidas críticas al constructivismo social, no puede ser considerado un pensador de derechas, ni tan siquiera un conservador; es un liberal ultra, cuyos planteamientos económicos traen consigo la destrucción de las tradiciones sociales, el economicismo, el materialismo, el individualismo, la sociedad de mercado y la globalización. Es decir, todo lo que los dirigentes y seguidores de VOX detestan.

… el neoliberal no tiene nada que decir en contra del matrimonio gay, las denominadas familias alternativas, el suicidio, la eutanasia, el comercio de drogas, los vientres de alquiler etc.

… VOX carece, hoy por hoy, de un programa económico-social protector que pueda seducir a las clases populares y medias acosadas por la emigración ilegal, la crisis económica y el proceso de globalización.

Sin embargo, creo que hay motivos para la esperanza. En su campaña electoral, Santiago Abascal se encontraba mucho más cerca del discurso nacional identitario y socialmente integrador que del neoliberalismo económico radical.

Tonterías selectas de Jesús Mota

‘Joker’: psicopatía neoliberal, payasos y populismos

… solo cabe suponer que Phillips y sus guionistas quieren hablarnos de otra cosa: de la desprotección del individuo frente al poder real, que no es el poder político, como sostienen con insistencia sospechosa los seguidores del liberalismo, sino el poder económico. En particular, el poder económico que desde las instituciones aplica el orden de la ganancia.

… El filósofo Byung-Chul Han sostiene que así como la enfermedad por antonomasia del capitalismo era el estrés, la del neocapitalismo es la depresión. “Yo solo tengo pensamientos negativos”, dice Arthur. La tesis engloba el supuesto de que el desorden neocapitalista ha abolido la racionalidad por pura y simple obsolescencia económica y ha liquidado el bienestar de sus ciudadanos como propósito de las funciones públicas y privadas. “Para el régimen neoliberal”, dice Han, “la racionalidad es un obstáculo. Las emociones aumentan la productividad”. La explotación emocional, dirigida por el management emocional, descoyunta la estabilidad (digámoslo así) íntima del individuo y lo recluye en el ámbito minúsculo del consumo; solo allí es libre.

… Es imposible desvincular la psicopatología que aqueja a los sistemas democráticos contemporáneos del descoyuntamiento social causado por el apocalipsis neoliberal.

… para el paradigma neoliberal, la vida de los pobres sería una mezcla de resignación y rabia, escapismo y violencia, más sexualidad promiscua.

A Miguel Ángel Belloso le gusta la ultraderecha (Vox)

Miguel Ángel Belloso explica “Por qué me gusta la ultraderecha”. Ofrece una buena crítica de la izquierda y la ultraizquierda, pero su amor hacia Vox tal vez es algo excesivo.

… el propósito de Vox [es] liberar el pensamiento y las opiniones durante tanto tiempo proscritas bajo la tiranía de la corrección política.

Suena muy bonito, pero es difícil conocer las intenciones reales de la gente, y tal vez quieren promover opiniones efectivamente proscritas ahora, pero también imponer su propia corrección política de forma autoritaria: se les notan muchos tics al respecto.

Belloso habla de “gobierno cuasi terrorista” (PSOE y Podemos), lo cual no parece muy riguroso.

… me gusta mucho Vox, precisamente porque es algo completamente diferente al partido radical, extremista, antisistema y contrario a la Constitución que son Podemos y el PSOE del Sánchez encamado con el señor Iglesias.

Son diferentes, pero también son radicales y extremistas, y nada de esto implica que sean buenos.

Mi opinión es que Vox es un partido esencialmente liberador. Ha dado presencia pública a todos los que están hartos de la dictadura de lo políticamente correcto, a quienes abominan del monopolio cultural de la progresía española y planetaria y a los que hasta hace poco no se atrevían a decir con libertad lo que piensan.

¿Liberador? ¿Van a legalizar las drogas, la prostitución y la gestación subrogada? ¿Van a mantener legal el matrimonio homosexual?

… Vox no es la ultraderecha. Es la derecha sin complejos ni hipotecas y, todo hay que decirlo, con el programa político, económico y social más liberal del arco parlamentario.

En lo económico el discurso suena bien, pero la práctica habría que verla. En lo político y social de liberales tienen poco o nada.

Por otro lado, ¿en qué quedamos? A Belloso le gusta la ultraderecha, le gusta Vox… ¿pero «Vox no es la ultraderecha»?

… Vox es un partido con el venerable y esquivo sentido común del que adolecen los señores Sánchez e Iglesias.

Qué casualidad que el sentido común es lo que tienen los que me gustan y opinan como yo.