Tonterías selectas

After Neoliberalism, by Joseph Stiglitz

The neoliberal experiment – lower taxes on the rich, deregulation of labor and product markets, financialization, and globalization – has been a spectacular failure.

… Slow economic growth, rising inequality, financial instability, and environmental degradation are problems born of the market, and thus cannot and will not be overcome by the market on its own. Governments have a duty to limit and shape markets through environmental, health, occupational-safety, and other types of regulation. It is also the government’s job to do what the market cannot or will not do, like actively investing in basic research, technology, education, and the health of its constituents.

… A comprehensive agenda must focus on education, research, and the other true sources of wealth. It must protect the environment and fight climate change with the same vigilance as the Green New Dealers in the US and Extinction Rebellion in the United Kingdom. And it must provide public programs to ensure that no citizen is denied the basic requisites of a decent life. These include economic security, access to work and a living wage, health care and adequate housing, a secure retirement, and a quality education for one’s children.

Sobran Examines Hatred of Christ, by Monsignor Charles Pope (at LewRockwell.com)

¡Basta ya de tonterías!, de Juan Laborda

Antropología neoliberal, de Amador Fernández-Savater

El neoliberalismo se analiza simplemente como una política económica o una ideología, la política del ajuste y la fe en la “mano invisible”. Menos mal que siempre hay locos capaces de sentir los movimientos telúricos. Antes incluso del ascenso al poder de Reagan y Thatcher, Michel Foucault se atrevió a pensar el neoliberalismo como la extensión de la lógica empresarial y el cálculo económico a todas las dimensiones de la vida, incluida la relación con uno mismo. El sujeto debe asumirse como “empresario de sí”, gestor de un “capital humano” a valorizar constantemente.

La fuerza del neoliberalismo, a pesar de las crisis que atraviesa, radica en que fabrica un tipo de ser humano, un tipo de vínculo con los demás y con el mundo: el yo como empresa o marca a gestionar, los otros como competidores, el mundo como una serie de oportunidades a rentabilizar.

¿Dónde reside este poder? Desde luego no donde miramos obsesivamente (el teatro parlamentario), sino en los mil dispositivos que pueblan nuestra vida cotidiana: ligando en Tinder, moviéndonos en Uber, interactuando en Facebook, podemos captar sensiblemente la mutación antropológica en marcha. El neoliberalismo es existencial y produce formas de vida deseables.

Todo parece lo mismo que ayer, pero nada lo es. Seguimos hablando tranquilamente de Estados, Gobiernos, naciones y ciudadanos, pero solo hay marcas y empresas compitiendo ferozmente entre sí por flujos de inversión (los likes en el caso de las marcas personales).

Vemos también “fascistas” a nuestro alrededor, pero ¿de qué se trata realmente? El fascismo moderno fue el ideal guerrero y revolucionario de plegar el mundo entero al poder del Estado. ¿Y hoy? No hay, por el contrario, ninguna idea de sociedad por fuera del modelo antropológico neoliberal, encarnado perfectamente por Trump. El fascismo posmoderno es la tentativa de plegar el mundo entero a la lógica de mercado. Y para ello hay que someter por la fuerza todo lo que se fuga: los “vagabundos” contra los que dirigió su campaña electoral Bolsonaro y que no son simplemente los sin techo, sino aquellos que no encajan en el modelo de productividad total.

La izquierda oficial propone diferencias a nivel retórico o ideológico. El problema es que, se tengan las ideas que se tengan, las vidas son igualmente neoliberales. No basta con confiar en que gobiernen “los buenos”, como si la disputa político-antropológica en torno a las formas de vida deseables se pudiese delegar.

¿Nuevas propuestas económicas en la cuna del Imperio?, de José Ángel Moreno, de Economistas sin Fronteras

Tonterías selectas

“Ofendiditos”: la nueva ola contra las “feminazis”. Lucía Lijtmaer publica un ensayo breve “sobre la criminalización de la protesta”, de Peio H. Riaño

Entrevista a Alejandra Jacinto, portavoz de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) de Madrid

ELLAS, un homenaje a las mujeres grafiteras, de Henrique Mariño

Vuelven los subasteros, de Andreu Missé

Rocío Monasterio contra los vientres de alquiler: «Ofrecen ucranianas porque son más baratas»

Tonterías selectas

Madrid en pie, de Carlos Sánchez Mato

Vayan a votar; es bueno para el corazón, de Yuval Noah Harari

Muchos de los mayores crímenes de la historia tuvieron su origen, más que en el odio, en la indiferencia. Sus responsables fueron personas que podrían haber hecho algo, pero no se molestaron en levantar un dedo. La indiferencia mata. Quizá la indiferencia de un votante no le mate a él; pero hay muchas probabilidades de que mate a otro.

Algunas personas no se molestan en participar en las elecciones europeas porque creen que un voto nunca cambia nada. No es verdad. Quizá el voto que usted deposite no cambie el equilibrio de poder en el Parlamento Europeo, pero desde luego le transformará a usted. Es importante adoptar una posición moral para mantener su corazón en forma: si no, el corazón se endurece y se osifica, y la próxima vez que necesite luchar por algo —no necesariamente en las urnas— le costará más hacerlo.

Saquear los bienes comunes: el retorno de los chamanes neoliberales, de La Hidra Cooperativa

Sube el alquiler y no es culpa de la gentrificación, sino del negocio del mundo de las finanzas con la vivienda, de Aldo Mas

Feminismo de la cuarta ola: ¿Hacia la desobediencia del capitalismo?, de Laura Gómez

Tonterías selectas

Isa Serra y Amancio Ortega, de Juan Carlos Monedero

El feminismo es ahora, de Isabel Serra

Entrevista a Martin Rees

En la Guerra Fría, JFK estimó que había una posibilidad entre tres de que sufriéramos un holocausto nuclear bajo su mandato. Pues bien: las cosas han empeorado.
Explíqueme eso.
Por un lado, está el cambio climático, que es una catástrofe a cámara lenta. A eso se le une el riesgo creciente de sufrir una crisis global por culpa de los ciberataques o las armas biológicas. Dicen que podemos regular las tecnologías, pero si hemos sido incapaces de controlar el tráfico de drogas o los paraísos fiscales, no veo motivos para el optimismo.
¿Por qué crece el riesgo?
Para construir un arma nuclear, necesitas una infraestructura gigante con miles de trabajadores. Ahora, se puede construir un arma biológica letal en un laboratorio básico, de los que hay miles en el mundo. Por primera vez en la Historia, un pequeño grupo de personas, ya sea por error o por maldad, puede destruir la Humanidad.
… Cuando surgió la peste negra, murió la mitad de la población, pero la gente se recompuso y siguió con sus vidas de forma estoica. Ahora, en cuanto los hospitales se saturasen por una epidemia y no pudieran atender a todo el mundo, habría el riesgo de un colapso social.
… Yo me defino como un optimista tecnológico y un pesimista político. Las tecnologías nos permitirían mejorar la vida de los 7.500 millones de seres humanos, pero la distancia entre cómo son las cosas y cómo podrían ser no para de crecer.
… La calidad de los políticos está cayendo. Ya no es una opción profesional apetecible: están mal pagados, pierden su privacidad, se les somete a críticas brutales… Deberíamos tratar a los políticos con más respeto. Que haya mucho más talento en las finanzas que en la política es malo para todos.
… necesitamos ser inteligentes. Un ejemplo es el cambio climático. Sabemos que tenemos que lograr una economía de carbono cero y que el precio de las energías limpias caerá gracias al I+D. ¿Por qué no invertimos ya? Así, países como India pueden adoptar directamente las renovables, igual que África se saltó las líneas fijas de telefonía y pasó directamente a los móviles.
… Si quisieran, los chinos podrían gestionar la economía de forma totalmente centralizada. Ya cuentan con un registro del 80% de las transacciones económicas, que se hacen mediante tarjeta, más una red de ordenadores capaz de controlar el stock de cada tienda. Ni Marx se atrevió a soñar algo así.

Nadal y el interés, de Rafa Cabeleira

El bueno de Amancio, de Anita Botwin

No sé cómo en [sic] sentirse con cáncer y no puedo otorgarme esa necesidad de cura urgente, venga de donde venga. Pero creo que ahí está el truco y quienes no padecemos esa enfermedad creo que tenemos la responsabilidad de abrir un debate público al respecto para mejorar la realidad de tantas personas. Y una pregunta que me planteo: ¿por qué la única opción de cura tiene que venir de la mano de un multimillonario presunto evasor de impuestos?; ¿por qué no deberíamos ser todos quienes a través de nuestros impuestos los que hiciéramos posible ese fin?

… No es ningún secreto que la industria textil se sirve de la semiesclavitud para hacer negocio. En Argentina y Brasil se destapó hace unos años cómo Inditex, utilizaba mano de obra esclava para confeccionar sus productos. Primero, el Gobierno brasileño destapó en 2011 decenas de talleres clandestinos y la compañía fundada por Amancio Ortega fue multada con 1,4 millones de euros.

Por su parte, el Ministerio de Trabajo de Brasil denunció un incremento en los casos de accidentes laborales incluidos algunos especialmente graves. Igualmente, se habrían detectado fraudes en el tiempo de trabajo, incluyendo jornadas ilegales por más de 16 horas, así como el uso de menores en actividades insalubres. Como ven no es oro todo lo que reluce ni caridad o altruismo todo lo que se viste de ello.

“Las condiciones laborales de algunos trabajadores y trabajadoras, son lamentables. Tenemos gente trabajando 8, 12, 14 horas a la semana, con sueldos que no permiten llegar a fin de mes. Y eso en la empresa de uno de los hombre más ricos del mundo”, contaba una empleada de Inditex a Público. “A algunas empleadas han llegado a preguntarles si no tienen quién pueda encargarse de los niños”, denunciaba una sindicalista empleada de Zara en A Coruña.

… nada de esto sería necesario si Amancio y otros tantos como él pagaran lo que deben. El historiador y escritor Rutger Bregman dejó, hace unos meses en el Foro de Davos, un discurso clarificador al ir directamente a la posible solución a muchos de los problemas del mundo: los impuestos. “Escucho a la gente hablar de participación y justicia, igualdad y transparencia pero casi nadie menciona un auténtico problema: la evasión de impuestos”, aseguró Bregman. Y añadió: “Dejad de hablar de filantropía y empezad a hablar de impuestos. Impuestos, impuestos…”.

Amancio Ortega ha entrado en campaña electoral para quedarse. Porque este señor representa lo que hacen las grandes empresas con sus enormes fortunas. Al final la opción está entre elegir a quienes quieren optar por políticas que apuesten por medidas sociales, o a otras que sigan recortando en sanidad, mientras tiran de donaciones privadas. Si todo este debate sirve para que entendamos la necesidad de pagar impuestos en nuestro país, habrá servido para algo. Porque los impuestos pueden salvan muchas vidas, muchas más de las que pueden salvarse por caridad.

Tonterías selectas

Entrevista a Isabel Serra

Desobediencia maternal, de Gabriela Wiener

Sabemos que la gran mayoría de periódicos de derechas, clericales, neoliberales –y que odian a Podemos– están manejados por hombres que, oh sorpresa, tienen un pequeño y a veces no tan pequeño problema con las mujeres. Su conocida misoginia y tradicional machismo, agravados por el auge del movimiento feminista, los lleva hoy a reaccionar a la medida de su frustración por esta pérdida de supremacía.

En los últimos días hay en marcha una operación coordinada entre estos medios de comunicación –El Mundo, La Razón, OkDiario, el ABC, El Español– entre otros, para cimentar el fantasma de «las otras Juanas Rivas»: madres a las que se les acusa de alienar a sus hijos contra los padres, de hacer denuncias falsas para alejarlos de ellos y, finalmente, de secuestrar a sus vástagos. El objetivo final es que cale en la opinión pública que existe una auténtica pandemia. Acatando órdenes que vienen desde muy arriba de la pirámide patriarcal de los medios de comunicación, periodistas útiles, todos varones, alimentan la campaña con varios artículos al día, grandes especiales los fines de semana y entrevistas exclusivas con los padres afectados, que hacen las delicias de los lobbies machistas que claman por venganza.

La estrategia es tan burda como dañina. Y tan imprudente a la hora de tratar casos humanos muy complejos como los contenciosos entre madres y padres por las custodias de sus hijas e hijos, que terminan haciendo lo mismo que hicieron con Vox, porque el fascismo les parecía novedoso y periodístico. Pero ahora para crear el fantasma de la madre loca y criminal, esa vieja enemiga. Estas visiones no escatiman detalles acerca del dolor de los padres, que gozan de todo el privilegio que le dan los grandes medios al servicio de contar sus historias, mientras que las historias de las madres son invisibilizadas, tergiversadas y directamente falseadas. En ni uno solo de estos artículos se reflexiona acerca de por qué una mujer puede llegar a tomar una decisión tan radical y difícil. Por qué eligen una vida de denuncias, juicios y persecuciones. Se las culpabiliza a ellas y a sus apoyos. Llaman «organización criminal» a lo que son redes de apoyo mutuo entre mujeres. Y, por supuesto, se expone y revictimiza a las niñas y niños.

Así funciona el machismo en los medios, el antiperiodismo que guarda silencio cuando un padre incumple las entregas de sus hijos, que habla de «padres estupendos» hasta que aparece un Bretón, un Iñaki Bilbao, o el azulejero Ricardo de Castellón, por mencionar solo algunos, que decidieron castigar a sus exmujeres acabando cruelmente con la vida de sus pequeños.

Uno de los ataques más descarnados de los misóginos contra las mujeres ha sido siempre llamarnos malas madres. Tanto es así que, para sacudirnos el estigma, desde el feminismo muchas veces nos hemos reapropiado de éste, uno de los peores insultos que existen, para señalar que no somos perfectas, que solo hacemos lo que podemos en un medio que suele ser hostil.

Es cierto que ninguna mujer es un ser humano integralmente mejor por ser mujer, pero también es cierto que los verdaderos secuestradores, asesinos y violadores de menores son en su arrolladora mayoría hombres, esposos o padres. Con una justicia patriarcal hoy más sana que nunca a veces la única salida es la desobediencia maternal.

Feministas feas, de Ana Requena Aguilar

… el feminismo no obliga, da posibilidades -un anhelo de vida mejor, como dice Beatriz Gimeno- y esa ha sido siempre una de sus fortalezas. El feminismo te hace saber que no tienes por qué ser como ellos dicen. Que, valga la redundancia, tienes derecho a pedir derechos. A vivir tu vida como consideres. Al placer. A decidir si quieres un hijo o no y cuándo. A ir por la calle sin miedo. A la mitad de todo y a que todo cambie. A cuestionar lo que te han contado.

Probablemente sea eso -las posibilidades, las ventanas abiertas, la certeza de que hay muchas otras formas de vivir- lo que moleste a quienes prefieren seguir sosteniendo un statu quo en el que las opciones para las mujeres se reduzcan casi al mínimo, al mínimo de los estereotipos de siempre o al tipo de vida que no moleste mientras cumplamos con lo que el patriarcado y el capitalismo espera de nosotras.

Entrevista a Carlos Sánchez Mato

-Si tienes dos túnicas, entregas una. Si tienes dos viviendas, entregas una. O por lo menos paga impuestos para que tengamos una cada uno. Utilicemos las herramientas constitucionales para expropiárselas a los grandes fondos de inversión y dárselas a la gente que no dispone de ellas. Esto lo podían haber dicho tanto Jesús como Marx. Y nadie les habría criminalizado.

-Vamos, que si por usted fuera, toda la vivienda sería pública.

-Claro. Y no le voy a contar mi sueño: el socialismo…

-Cuente, cuente, por favor.

-Ojalá no fuera necesaria la mercantilización de la vivienda. Me gustaría que no fuera objeto de mercadeo. Pero mire lo dialogante que soy. Le ofrezco quedarnos en un 20% de vivienda pública.

… Planteo lo mismo que Jesús de Nazaret. Él fue el primer socialista. Lo dicho: si tienes dos túnicas, entrega una.

… Intento seguir las enseñanzas de Jesús: estar al lado de los débiles y los empobrecidos. Eso está relacionado con mi ideología comunista. No se puede ser una cosa o la otra.

-Si no le he entendido mal, dice que todos los cristianos deben ser comunistas.

-Claro. Cuando Jesús vio que los mercaderes usaban el templo como lugar de intercambio, sacó el látigo. Está escrito en los evangelios.

-Si todos los cristianos fueran comunistas, usted ganaría las elecciones.

… En el escrache a Villacís hubo miembros de plataformas antidesahucios. ¿Qué se le viene a la cabeza?

-Una mujer con un crío de pocos meses que fue desahuciada la semana anterior.

-No tiene que ver una cosa con la otra. Ambas situaciones son reprobables.

-No se pueden comparar. En el caso del que le hablo se vulneraron los derechos humanos.

-¿Y eso justifica lo que le ocurrió a la candidata de Ciudadanos?

-Yo no digo que lo justifique, digo que echar a madres con niños de sus casas es injustificable.

-Pero si yo le estoy preguntando por lo de Villacís.

-Sí, y yo te contesto que lo grave es que se vulneren los derechos humanos. En el caso del que usted habla no creo que se haya producido.

Para culminar una conversación que avanza in crescendo, qué mejor que las donaciones de Amancio Ortega.

-¿Usted también las cree una “limosna inaceptable”?

-La sanidad pública no debe depender de esas dádivas. Tiene que haber justicia fiscal. Existen medidas destinadas a que gente como él no pague los impuestos, que se cargan el principio constitucional que habla de la progresividad.

-¿Da por hecho que Ortega no paga los impuestos?

-Elude y evade impuestos.

-Pero, ¿tiene alguna prueba de lo que está diciendo?

-Lo tiene claro la Airef, que asegura que los grandes propietarios y poseedores disponen de herramientas fiscales para no tributar. Por ejemplo las Socimis, creadas para que esos grandes propietarios tributen sólo por el 1% de sus beneficios. Me parece un expolio.

-Intentemos deslindar el debate. Amancio Ortega es un millonario que da dinero para la lucha contra el cáncer. ¿Por qué quiere rechazarlo?

-Yo soy diabético. Llevo una bomba de insulina. Vivo porque hay sanidad pública, igual que tantos enfermos. La justicia fiscal sí tiene que ver con la sanidad pública. En Madrid se perdona más de 1.800 millones de euros anuales a los grandes propietarios a través de la bonificación del impuesto de sucesiones y del de patrimonio. Las donaciones intentan esconder la injusticia fiscal.

Es hora del feminismo, de Carmen Calvo, Franziska Giffey y Helena Dalli

Las mujeres merecen más, la brecha salarial es inaceptable… Debemos establecer como objetivo reducir la brecha salarial un 2% cada año, en cada Estado miembro y en cada grupo de edad.

… Se han hecho progresos respecto de la igualdad de género. La recientemente adoptada directiva sobre conciliación de la vida personal y profesional garantiza a cada mujer el derecho a una carrera profesional, al igual que garantiza a cada hombre el derecho a cuidar de sus hijos y a las personas dependientes. Pero para hacer esto efectivo, es necesario garantizar servicios de cuidados asequibles y de calidad, tanto para hijos e hijas desde el nacimiento hasta la edad escolar, como ha hecho el Gobierno socialista de Malta garantizando la educación infantil gratuita universal, y también servicios de cuidado para las personas dependientes; solo así se podrá facilitar de manera efectiva la decisión de cada mujer que quiera entrar y permanecer en el mercado laboral. Tenemos que asegurarnos de que el empleo de las mujeres no sea precario y de que no se vean obligadas a la precariedad: las mujeres deben poder elegir qué tipo de trabajo quieren en igualdad de condiciones y libres de acoso y de discriminación.

… solo el feminismo puede garantizar que las mujeres europeas alcancen la igualdad que merecen, porque tienen todo el derecho a ello.

Tonterías selectas

Has Austerity Been Vindicated?, by Robert Skidelsky

Nuria Coronado Sopeña entrevista a Joaquím Bosch, magistrado: «La lógica del mercado lleva a la muerte de personas ancianas en soledad»

Lo cierto es que vivimos en una sociedad con crecientes obligaciones de todo tipo, con cada vez menos tiempo real disponible y con un ritmo de vida a veces insufrible. Las mujeres suelen practicar una doble y a veces triple jornada laboral, en el puesto de trabajo, en su casa y a menudo en el domicilio de un familiar. Me parece evidente que en bastantes ocasiones los parientes de las personas ancianas no pueden llegar a todo y el reproche puede ser muy injusto. Es la colectividad la que debe adoptar medidas a través de unas políticas públicas adecuadas, como ocurre en otros países.

… Ni los ayuntamientos, ni las comunidades autónomas, ni la administración central han pensado en estrategias para dar respuesta a estas situaciones. Resultan necesarias medidas de detección de las personas ancianas que viven en soledad y una asistencia social proporcionada a esas necesidades.

El problema de España estriba en que tradicionalmente esas situaciones eran resueltas por el apoyo familiar, al igual que en otras sociedades mediterráneas. Sin embargo, nuestra estructura social se está resquebrajando y, al mismo tiempo, ese debilitamiento de los vínculos familiares no se ha sustituido por una actuación de los organismos públicos. Las personas ancianas afectadas se han escondido en su soledad, jamás reclaman nada y tampoco disponen de instrumentos para reivindicar soluciones. La ciudadanía, las fuerzas políticas y los organismos públicos deben concienciarse ante una situación que probablemente afecta en España a decenas de miles de personas ancianas, aunque tendría que diagnosticarse correctamente.

P: ¿El maltrato a nuestros y nuestras mayores es reflejo de la sociedad machista y educada en la violencia?

Es una muestra de indiferencia colectiva hacia los valores del cuidado, muy poco prestigiados en una sociedad que todavía es bastante machista, en la que hay sectores que banalizan, minimizan o incluso ensalzan la violencia. Además, también es el resultado de concepciones económicas que, llevadas hasta sus últimas consecuencias, dejan en situación de indefensión a la gente mayor que vive en situación de desamparo. La lógica del mercado lleva a la muerte de personas ancianas en soledad. No son productivas si no cuentan con recursos y ninguna empresa puede tener interés económico en atender sus necesidades. Precisamente por eso son las instituciones las que deben corregir esas carencias estructurales y actuar al servicio de las personas. No obstante, seguimos escuchando discursos políticos que exigen más recortes sociales y que seguramente se escandalizarían ante una inversión institucional para afrontar mejor estos problemas.

Prólogo de ‘Necroeconomía’, el libro de Marta Flich

… Los mayores porcentajes de endeudamiento y la mayor ineficiencia económica se han dado en gobiernos de derechas o neoliberales o liberales (a veces no sé cómo denominarlos puesto que ellos mismos hacen lo posible para confundirnos).

… me decido a escribir un libro de economía sin números porque creo que ha llegado el momento de lanzar un manual desde un lugar humilde pero solvente.

… La necroeconomía es, por tanto, la economía muerta que da vida al capitalismo más grosero y sanguinario. La comunicación y el circo mediático es absolutamente imprescindible para retroalimentar este tipo de economía sin alma.

… no son pocos los buitres de votos que han querido sacar provecho del feminismo. Eso sí, cuando se les pregunta sobre su significado y reivindicaciones, titubeos y diarrea mental. No tienen ni idea.

… Me he dedicado durante más de dos años, como una de las disciplinas de mi trabajo periodístico, a hacer una crítica en forma de videoblog (siempre documentada con gran rigor, que por algo una tiene sus fuentes) y adaptada por tanto a un formato que me permitía llegar a un público muy amplio y dispar.

… esto puede estallar en cualquier momento. Como país periférico, cualquier esguince en Italia contagia a Grecia, Portugal y España. Tal vez la exposición de nuestros bancos en Turquía pueda influir tras la caída sin freno de la cotización de la lira turca en el segundo semestre de 2018. Aunque no tengamos que ver en cuanto a morfología económica. A los mercados, plin. Ellos buscan excusas para tener grandes márgenes con el humo de quemar puentes (ellos lo llaman confianza de los mercados) y el rédito económico rápido.

… la desafección en la que el capitalismo feroz nos ha «educado»… Frente a ello, las ganas de construir, la inteligencia, el humor, la pasión, la bondad, la empatía, la disciplina, el valor, la solidaridad y la capacidad del ser humano. De ellas y ellos, de los que estuvimos, los que estamos y los que estarán. Bienvenidas y bienvenidos. Comenzamos.

Entrevista a Marta Flich: «Los únicos que han sobrevivido a la crisis son los ricos»

Partamos de una premisa que es básica: ¿qué es la política? La política es la gestión de los recursos humanos. Los políticos trabajan para nosotros, son nuestros empleados. Somos los ciudadanos que les pagamos el sueldo a través de nuestros impuestos. ¿Qué gestión están haciendo de nuestro patrimonio? ¿Hacia dónde va la pasta que están gestionando? Ahora mismo va hacia los ricos y la redistribución es absolutamente injusta. Esos empleados, esos políticos, están cometiendo negligencia y no tienen que estar gestionando nuestro patrimonio porque no valen para eso.

… La redistribución ha brillado por su ausencia en estos años de crisis. Los únicos que han sobrevivido a la crisis son los ricos, las grandes riquezas y las rentas del capital. Los trabajadores han resultado perjudicados y si muchos han sobrevivido ha sido gracias a los abuelos que estaban cobrando una pensión y ayudaban a sus hijos y nietos.

… La economía está tan encriptada, los mensajes económicos son tan ininteligibles, que esa falta de herramientas que tienen los ciudadanos para poder entender la realidad es también necroeconomía. El caso más evidente es el tema del feminismo: como la derecha dice que es feminista cuando luego recorta las partidas presupuestarias que garantizan la igualdad entre hombres y mujeres.

… El feminismo es sinónimo de igualdad, ni más ni menos. Las mujeres hemos tenido que sacrificar nuestra vida personal por la vida profesional porque si no te quedas en el camino y no puedes aspirar a un buen puesto. Esto es un problema y se soluciona aplicando políticas de igualdad. Lo importante es que podamos tener acceso a los mismos puestos de trabajo con las mismas condiciones que los hombres.

… Hay cosas como la brecha salarial que se pueden solucionar con dinero a través de los Presupuestos Generales del Estado…

… Estamos a tiempo de hacer políticas contracíclicas, de ayudar con políticas sociales en un momento en que la sociedad necesita más atención para cubrir las desigualdades. Necesitamos aumentar la recaudación a los más ricos, que ahora mismo no pagan lo que deben, y tenemos que invertir en I+D+i, en las pequeñas empresas para que sean más competitivas y productivas. También tenemos que cambiar el modelo productivo y así no nos pillarán tan en bragas cuando las cosas vengan peor dadas.

… No hay nada malo en ganar dinero si luego pagas los impuestos que te corresponden. Pero las grandes riquezas y las grandes empresas no lo hacen. En España no hay justicia impositiva. La banca paga una tasa efectiva menor al 15% en el Impuesto de Sociedades; vamos a intentar al menos que esa tasa sea un 15% real. Pero ahora se van de rositas porque compensan provisiones, dotaciones, pérdidas. Lo mismo pasa con las grandes multinacionales.

… No pasa nada por subir dos puntos en el IRPF a personas que ganan más de 10.000 euros al mes. No pasa nada porque las grandes empresas paguen lo que tienen que pagar después de mucho tiempo sin hacerlo. Los recortes en Sanidad o Educación nos afectan a todos, pero especialmente a los que menos tienen. No es lo mismo que cada español ponga unos euros y tengamos una Sanidad pública como toca y que le pueda operar un buen cardiólogo o un buen neumólogo, que poner dinero de su bolsillo para pagar parte de esa operación, una operación que probablemente tampoco un ciudadano medio podría pagar, porque el 90% de las personas de este país cobra menos de 2.000 euros al mes, y no te quiero contar los que cobran menos de 600 euros.

P: Y también tenemos que pagar las pensiones.

Tienen que haber una solución, porque hay que pagarlas. Rajoy pidió un préstamo, ¿no? Pues ahora hay que pagarlas a través de un préstamo y eso va a cargo de los Presupuestos Generales del Estado y éstos se financian con impuestos. Si Fátima Báñez vació la hucha de las pensiones, entonces lo que hay que hacer es financiarlas a través de los impuestos porque los pensionistas han estado financiando y pagando impuestos toda la vida y se lo merecen.

P: Usted es partidaria de una Renta Básica universal. ¿Sería una buena alternativa a una situación social insostenible y de paso una buena forma de evitar un estallido social?

No afirmo nada concreto, pero sí abro un poco el debate. A mí me gusta el artículo 10 de la Constitución, el que habla de la paz social. La paz social se garantiza con la igualdad y con el cumplimiento de la Constitución, la misma con la que se llena la boca la derecha y luego incumple porque no le interesa. La paz social se tiene que garantizar con el bienestar social y para eso necesitamos un modelo productivo con más valor añadido, con mayores productividades, donde trabajando menos cobremos lo mismo y donde a través del impuesto de sociedades se pueda establecer una Renta Básica Universal que cuando llegue la jubilación se reduzca. Esto es redistribución justa porque es bueno que haya una renta que acompañe siempre a las necesidades de los humanos.

… La política es el arte de dialogar y ponerse de acuerdo por el bienestar social…

… La pedagogía tiene que ayudar, por eso he decido escribir este libro. Los economistas de izquierdas pensamos que el ser humano está en el centro y que a través de la pedagogía se pueden cambiar las cosas. Si aumentamos el tiempo empleado en los medios de comunicación a hablar de la verdad, de los conceptos económicos, de la cultura financiera, la gente entenderá qué es lo que le conviene. Los que trabajamos en medios de comunicación tenemos una gran responsabilidad en ese sentido.

P: Volviendo a Vox, ¿le asusta?

Sí, porque no hay nada peor que un idiota con poder. Son como monos con metralleta: Vox no tiene ningún tipo de contenido, ningún tipo de alternativa, no tiene ningún tipo de argumento; es un partido misógino y machista; no quiere redistribución ninguna y quiere privatizarlo todo. Ni siquiera sé para que se presenta a las comunidades autónomas si las quiere suprimir; además es un partido antieuropeísta. Vox tiene unas carencias muy preocupantes.

P: Y volviendo al libro, usted plantea acabar con el poder del oligopolio eléctrico.

Expongo cómo están las cosas y cómo deberían ser. Nosotros somos los que pagamos la factura eléctrica. Que nos bajen el IVA eléctrico es magnífico, pero el problema no está ahí, sino en el sobrecoste que estamos pagando por energías que están ya más que amortizadas. Las eléctricas se siguen llevando unos márgenes de beneficios increíbles. El mercado eléctrico no está funcionando y creo que hay que tender hacia un mercado de energías renovables con un mix que puede ser el mercado de gas o de ciclo combinado, que para más inri genera puestos de trabajo y, además, cuida el planeta, fíjate tú que bien. Podríamos llegar a lo que decía Jeremy Rifkin de la sociedad de coste marginal cero.

P: Eso parece misión imposible.

Es complicado porque son cinco empresas que lo controlan todo. Pero en el momento en que este tema se haga popular y la gente lo entienda el cambio se va a producir. La presión social va a ser imparable. La gente muere por pobreza energética, e igual que se van a acabar los desahucios, igual que se luchó contra las cláusulas suelo, igual que se lucha por la revalorización de las pensiones, también se conseguirá esto. Lo que pasa es que no quieren que lo entendamos, pero una vez que se entienda la presión social conseguirá el cambio. No hay que olvidar que los ciudadanos votamos.

P: Afirma también que han sido los bancos los que han vivido por encima de sus posibilidades y no los ciudadanos.

¿Quién rescató a los bancos? Los ciudadanos. Pues con eso está todo dicho. A lo mejor no es mala idea un impuesto a la banca o por lo menos obligarla a pagar un tipo efectivo que sea justo. Pagar los impuestos también es ser patriota. Nos lo deben. Y espero que los bancos no se vayan de rositas.

P: ¿Se siente respetada intelectualmente como economista? Lo pregunto en parte porque la caverna mediática le tiene cierta ojeriza.

Siempre han jugado a restarme credibilidad, pero esto es lo de “ladran pero cabalgamos”. Soy consciente de la guerra de los digitales de derechas y de los economistas de ultraderecha contra mí. Ellos se retratan y si se ponen nerviosos por algo será. Soy consciente de lo que digo, sé de qué fuentes bebo, y si les pica, que se rasquen. También les jode que yo sea mujer y también les jode que yo sea actriz, como si no se pudiera tener versatilidad.

La desigualdad, el gran desafío de Europa, de Fernando Luengo, de Podemos

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Eutanasia y libertad

Artículo en Instituto Juan de Mariana.

La eutanasia es etimológicamente la buena muerte: consiste en causar la muerte, con el mínimo dolor posible, de una persona o de un animal, normalmente para acabar con su sufrimiento o para poner fin a una situación terminal irreversible. En la eutanasia voluntaria la persona fallecida ha dado previamente su consentimiento explícito: lo ha pedido expresamente de forma deliberada, consciente y libre. En la eutanasia involuntaria (o no voluntaria) la involuntariedad no significa que la persona no quiera morir, sino que no puede expresar su voluntad en el momento de su posible aplicación: está inconsciente (coma potencialmente indefinido o irreversible, estado vegetativo), o demente, o es un bebé.

La eutanasia activa consiste en hacer algo para que la persona muera: es una intervención intencional, un acto ejecutivo suficiente para poner fin a la vida, como la inyección de un veneno o una sobredosis letal de una droga. La eutanasia pasiva consiste en dejar morir a la persona: no mantenerla artificialmente con vida, omitir o suspender un tratamiento médico necesario para prolongar una vida sin esperanza de curación (desconectar el soporte vital, evitar la distanasia, el encarnizamiento o ensañamiento terapéutico). La eutanasia indirecta es el resultado de algunos procedimientos médicos, como la sedación u otros tratamientos contra el dolor, que pueden acelerar la muerte del paciente como efecto secundario no intencionado.

La participación en un suicidio asistido es la colaboración necesaria con el suicidio de otro individuo, por ejemplo proporcionando un medio para que la persona acabe con su propia vida, como un veneno que la persona debe tomar por sí misma: se trata de ayudar a morir a quien no puede o no quiere hacerlo solo. No es lo mismo que la inducción al suicidio, que consiste en persuadir a una persona para que se suicide.

El suicidio asistido (cooperar con actos necesarios al suicidio) y la eutanasia activa voluntaria (causar la muerte) pueden parecer muy diferentes pero no lo son tanto: en la eutanasia voluntaria la persona que la recibe no es totalmente pasiva sino que debe al menos expresar su voluntad, y ese acto de declaración explícita del deseo de recibir la eutanasia puede utilizarse para activar un mecanismo automático que cause la muerte, el cual previamente ha sido preparado por un asistente.

En algunos casos se ha denominado inadecuadamente eutanasia a lo que en realidad ha sido el asesinato sistemático a gran escala por estados totalitarios (como los nazis) de discapacitados, enfermos incurables, niños con taras, miembros de diversas etnias, ancianos o adultos improductivos. Una crítica tramposa contra la legalización de la eutanasia es asociarla a estos hechos históricos como si fueran equivalentes o una consecuencia probable tras una presunta pendiente resbaladiza.

La persona que solicita la eutanasia o la asistencia al suicidio normalmente desea poner fin a su vida porque cree que es la única forma posible de evitar un sufrimiento insoportable que prevé que va a continuar o incluso empeorar: dolores agudos, fuerte depresión, cansancio vital (no encontrar sentido a la existencia, pérdida extrema de esperanza o ilusión). Normalmente la vida es buena y valiosa y la gente desea vivir, pero la vida no es un valor objetivo absoluto y en algunas circunstancias una persona puede preferir morir a malvivir: la muerte, según su propio criterio, es el mal menor.

El dolor o malestar suele estar causado por una enfermedad o discapacidad física o psíquica grave, incurable y a menudo terminal. En algunos casos el individuo pierde su autonomía o capacidad de control de forma brusca (tetraplejia por algún accidente) o gradual (enfermedades degenerativas de cuerpo y mente, como esclerosis o demencias), con posible incapacidad para moverse, asearse, respirar, ingerir alimentos, o controlar esfínteres: su vida deja de tener sentido o no quiere ser una carga para los demás. No todas las personas enfermas o discapacitadas solicitan la eutanasia: algunas deciden seguir viviendo. Los cuidados paliativos (analgésicos, sedación) o la atención a los dependientes pueden en algunos casos reducir o aliviar el sufrimiento y mejorar algo la calidad de vida del paciente, pero no hay garantía de que la mejoría sea suficiente.

Quien pide la eutanasia o la ayuda para el suicidio no lo hace por capricho sino porque suicidarse solo y por sí mismo le resulta imposible (por parálisis física o por inhibiciones psíquicas), desagradable o indigno: el intento de suicidio puede fallar y agravar la situación de la persona, el acto puede ser doloroso, o las consecuencias del mismo pueden dañar a otros (por el impacto físico de una caída, por el trauma psíquico por el descubrimiento inesperado del cadáver). Una eutanasia o un suicidio asistido, en compañía de los seres queridos, en un momento libremente elegido y en unas condiciones controladas, puede ser una opción mejor que la prolongación de la degeneración y del sufrimiento o que un suicidio desesperado, clandestino, trágico y en soledad.

La solicitud de ayuda puede causar un problema para quienes quieran ayudar pero no deseen participar en ella, por ejemplo por algún conflicto moral. Los seres queridos pueden enfrentarse a un dilema desgarrador por la impotencia ante la situación, la gravedad de la decisión por el carácter irreversible y definitivo de la muerte, y la tensión entre deseos contradictorios (quieren ofrecer ayuda, pero no causar la muerte).

La eutanasia involuntaria es problemática: de forma temporal o permanente el individuo afectado no es una persona consciente capaz de expresar su voluntad. Algunas situaciones duran horas o días (una sedación terminal), otras pueden prolongarse durante años (coma, demencia). En casos como comas o estados vegetativos puede haber dudas sobre el nivel de consciencia del individuo, su capacidad de experimentar y comunicarse, y la posible reversibilidad de la situación. Ciertos estados de inconsciencia se deben a la sedación por situación terminal de enfermedades incurables (cáncer); otros comas se deben a accidentes, y es posible mantener al paciente en un estado vegetativo durante mucho tiempo. Las incertidumbres en una situación de coma no implican que haya que mantener con vida al paciente a cualquier coste: en algunos casos unos pacientes recuperan la consciencia y ellos y sus seres queridos valoran positivamente los recursos empleados, pero en otros casos los pacientes permanecen indefinidamente en coma y los recursos empleados son malgastados; que un paciente tenga un nivel no nulo de consciencia no quiere decir que valore su experiencia como algo positivo.

Hay algunas formas posibles para decidir sobre la aplicación o no de la eutanasia involuntaria que respetan la voluntad de la persona en su estado consciente íntegro: un adulto puede haber expresado antes su preferencia, tal vez formalmente en un testamento vital, o haber delegado su decisión en otra persona, normalmente un ser querido. En estos casos son otras personas las que solicitan o rechazan la eutanasia como representantes o tutores legales en nombre de otro. El conflicto es posible cuando existen varias partes con opiniones contrapuestas que no se ponen de acuerdo: parientes, médicos, poderes públicos. Los bebés enfermos incurables, incapaces de razonar y hablar, son casos especialmente problemáticos: los progenitores o tutores legales normalmente velan por su interés y pueden decidir en su nombre, pero en algunos casos pueden prolongar su sufrimiento al aferrarse a vanas esperanzas en curas o milagros sin fundamento; los padres pueden sentir más amor y angustia, pero los médicos tienen más conocimiento de la situación y su posible evolución.

En algunas enfermedades neurológicas degenerativas, como la demencia senil de tipo Alzheimer, el individuo está consciente y se comunica pero ha sufrido un deterioro psíquico grave por pérdida de memoria (no saber quién es, no recordar a sus seres queridos), de modo que ya no es la misma persona mentalmente sana y competente que existía previamente. Algunas personas pueden solicitar la eutanasia para evitar la degeneración de esta demencia, pero si la enfermedad avanza lo suficiente la persona inicial esencialmente deja de existir y se transforma en otra diferente que es dependiente y tiene sus capacidades cognitivas alteradas, pero que quizás prefiera seguir viviendo así: hay entonces el dilema de qué voluntad tener en cuenta.

La posible aplicación de la eutanasia no tiene por qué estar restringida al ámbito de situaciones terminales o agónicas al final de la vida: esto implicaría discriminar contra quienes tienen graves sufrimientos psíquicos que son compatibles con la supervivencia, como una depresión grave persistente o una tetraplejia. Una cuestión clave relacionada con la eutanasia es determinar, siempre con conocimiento limitado e imperfecto, si un sufrimiento es temporal o permanente, si existe alguna cura para una enfermedad o un proceso de alivio natural, y si merece la pena o no aguantar en espera de una situación mejor. Algunas fuertes depresiones se pasan con el tiempo, pero otras patologías persistentes. Un tetrapléjico puede deprimirse inicialmente y mejorar después, o puede desear morir de forma consistente. Los seres queridos pueden intentar animar a una persona para que sea paciente y aguante hasta su mejoría.

Como la muerte es definitiva y los muertos no piensan ni sienten ni actúan, es imposible arrepentirse de haber recibido una eutanasia. Algunas personas vivas pueden sentir alivio por no haberse suicidado o por no haber solicitado la eutanasia en algunos casos como depresiones profundas. Sin embargo la posibilidad del cambio de opinión en el futuro no justifica la prohibición de actuar según la opinión presente. También es posible no cambiar de opinión, sufrir de forma inútil y arrepentirse de no haber pedido la eutanasia antes.

Los médicos suelen estar involucrados con la eutanasia porque quienes la solicitan suelen ser enfermos. Los farmacéuticos suelen estar involucrados con la eutanasia porque una forma común es la ingestión o la inyección de algún veneno. Sin embargo la eutanasia o la asistencia al suicidio no tienen por qué ser realizadas por un médico o por un farmacéutico: basta con disponer de un veneno, o con realizar alguna otra acción que cause la muerte (asfixia por ahogamiento, trauma por el disparo de un arma de fuego).

Para la ética de la libertad la eutanasia es perfectamente legítima para todas las partes implicadas con su consentimiento voluntario. Cada individuo es por defecto dueño de sí mismo (autoposesión o autopropiedad) y es libre para decidir sobre su propia vida y su propia muerte: tiene derecho a vivir pero no la obligación de seguir viviendo; puede disponer de su vida como desee, solo o con la ayuda pactada con otros.

La eutanasia no es una agresión maliciosa y puede ser un acto de piedad, de empatía con el sufrimiento ajeno, o incluso de amor. Si es cruel causar un sufrimiento innecesario, no practicar la eutanasia en ciertas circunstancias extremas puede ser considerado como una forma de crueldad pasiva al no hacer algo para evitar un sufrimiento inútil.

La legitimidad ética de la eutanasia no se basa en un cálculo utilitarista de maximización del bienestar o de minimización del dolor para todos los afectados: no se trata de realizar imposibles o absurdas comparaciones o compensaciones de la reducción del dolor de unos con el incremento del dolor de otros.

Cada persona puede interactuar de forma libre y voluntaria con otros con el consentimiento mutuo de ambos y sin coaccionar o agredir a nadie. Un individuo puede pedir a otro que le ayude a morir y la otra persona puede aceptar o negarse. Los contratos o compromisos formales exigibles pueden utilizarse para modificar las obligaciones, las prohibiciones y los derechos que afectan a los individuos involucrados por ellos: una persona puede obligarse a realizar una eutanasia, puede prohibirse realizar una eutanasia, o puede comprometerse a no pedir o recibir nunca una eutanasia.

Los médicos no tienen ningún privilegio o rol ético especial en la eutanasia: si su conciencia moral les plantea objeciones, o si consideran que su juramento hipocrático se lo prohíbe, pueden negarse a participar en ella. Un médico puede informar a su paciente de su situación y de posibles tratamientos alternativos, y evaluar o estimar si su enfermedad es curable o no, terminal o no: sin embargo su experiencia profesional no le otorga ningún derecho especial para decidir en su nombre o para prohibir la eutanasia a un paciente; el médico no tiene por qué ser su testigo, ni el garante de su voluntariedad, ni el certificador de su padecimiento, ni el protector de sus intereses.

Que el individuo sea libre y dueño de sí mismo no significa que esté aislado o que sus actos no puedan afectar a los demás: la propia muerte puede doler a otros, y la eutanasia puede repugnarles moralmente. Sin embargo el dueño es quien tiene derecho a decidir sobre su propiedad sin más límite que no agredir violentamente a los demás y cumplir los contratos libremente pactados. Quien pide la eutanasia no es necesariamente un egoísta que no piensa en los demás: puede tener en cuenta y lamentar el posible dolor que cause a sus seres queridos, pero no existe ningún deber ético, exigible por la fuerza, de evitar a toda costa dolor afectivo a los demás, y los seres queridos tal vez pueden comprender la decisión de quien prefiere morir en ciertas circunstancias extremas.

Aunque suela camuflarse como preocupación benevolente por el bienestar de todos, y especialmente de los más débiles, la prohibición de la eutanasia es un ejemplo claro de intolerancia, de autoritarismo y de falta de respeto por la libertad ajena. Quienes crean que la eutanasia es una mala idea pueden intentar convencer a los demás mediante la persuasión, o incluso mediante el repudio de quienes participen en ella, pero no tienen ningún derecho a prohibirla.

La eutanasia o la asistencia al suicidio pueden parecer éticamente problemáticas porque la gente tiene reacciones morales intuitivas irreflexivas, no razonadas o mal argumentadas. Normalmente, y como simplificación útil pero incompleta e imprecisa, la vida es sagrada o intocable, matar está mal y conviene castigar a los asesinos para desincentivar los asesinatos y proteger a sus víctimas: la gente casi siempre desea vivir, los códigos morales y legales prohíben el homicidio y los individuos tienen fuertes inhibiciones morales instintivas contra el asesinato. Sin embargo la eutanasia y la asistencia al suicidio son casos especiales y diferentes del asesinato: el criminal mata en contra de la voluntad de su víctima y dispone unilateralmente de su vida, mientras que quien practica la eutanasia hace el bien a quien se la pide y su relación es consentida por ambas partes.

“No matar” puede parecer una norma fundamental muy obvia contra un mal muy grave, pero en realidad es un caso particular de “no hagas a otro lo que este no quiere que le hagas”: la expresión más completa y correcta sería “no mates a otro en contra de su voluntad”. El asesinato es un crimen grave porque casi siempre los individuos desean no ser asesinados, y el asesino tiene algún interés en causar la muerte de su víctima (por odio, resentimiento, celos, venganza) o lo hace para conseguir otra cosa sin importarle el daño causado (robar, eliminar un testigo). En la situación especial de la eutanasia la persona que la pide desea morir, y quien la realiza normalmente lo hace por compasión.

Que haya o no demanda social por la eutanasia y su legalización, o que los países donde la eutanasia es legal sean minoría, son hechos irrelevantes para su juicio ético: ni la opinión popular ni el derecho positivo son fuentes de legitimidad; toda persona tiene derecho a no pedir la eutanasia y a no practicarla, pero ningún derecho a entrometerse en las interacciones libres ajenas. La eutanasia es responsabilidad de los participantes voluntariamente involucrados en ella, y no del resto de la sociedad o del Estado, el cual no debe ni prohibirla, ni fomentarla (como método de control de población o de reducción de gastos sanitarios), ni proporcionarla: aunque sus costes son muy pequeños, algunos contribuyentes podrían considerar que están financiando algo que encuentran moralmente repugnante.

La legalización de la eutanasia no significa que la ley o la sociedad en su conjunto determine cuándo o en qué circunstancias una vida deja de ser digna de ser vivida: significa que cada individuo puede decidir al respecto por sí mismo. Es la persona que pide la eutanasia quien decide, según sus circunstancias y valoraciones particulares subjetivas, que su vida ya no merece la pena. Legalizar la eutanasia no es animar a nadie a que la pida ni decidir que la vida de otros no tiene sentido.

Un posible argumento contra la eutanasia es que el derecho a la vida es inalienable. El problema de esta idea es que es un tópico falaz: la inalienabilidad correctamente interpretada se refiere a que nadie puede despojar a otro de un derecho sin su consentimiento, pero todos los derechos son alienables con el consentimiento de su poseedor. En la eutanasia voluntaria una persona da a otra permiso o derecho para disponer de su vida.

No hay ninguna contradicción terminológica o conceptual en el derecho a morir. El derecho suele ser a algo bueno, valioso, querido, para proteger intereses y bienes, y eso parece encajar mal con la muerte como algo normalmente malo o no deseado. Sin embargo hay circunstancias particulares en las cuales la muerte es el mal menor, y en realidad el derecho no es a lo bueno sino a elegir libremente la mejor o menos mala, según la valoración personal subjetiva, entre las alternativas disponibles, que en algunos casos pueden ser todas malas. La eutanasia puede ser algo triste y lamentable, pero esto no justifica su prohibición para así evitar el mal.

Los críticos de la legalización de la eutanasia protestan y argumentan que hay que promover el amor, el altruismo, la entrega y los cuidados mutuos, y que estos faltan presuntamente por culpa de la sociedad hiperindividualista, consumista, hedonista, materialista, solitaria, insolidaria, egoísta, solo preocupada por la eficiencia. Hablan mucho de amor, entrega, altruismo, cuidado y solidaridad sin que esté claro que ellos mismos realmente los practiquen: tal vez se trata de un discurso destinado a mejorar su reputación e imagen pública como presuntas buenas personas.

La legalización de la eutanasia no implica condenar a los dependientes o incapacitados ya que no es un castigo contra ellos y no les obliga a nada. Quienes teman que algunas familias no puedan costearse los cuidados de un enfermo incurable o un discapacitado son libres para asumir ellos los costes, aportar sus recursos económicos de forma altruista y ayudar a los necesitados. La legalización de la eutanasia no significa que la sociedad se desentienda del sufrimiento de los más vulnerables: no es meramente un parche ante la desatención personal, la falta de solidaridad o la escasez de recursos para los cuidados paliativos a los enfermos terminales. Quien quiera ayudar al necesitado, que intente hacerlo con sus propios medios o asociándose libremente con otros y sin obligar a participar a nadie, y sin olvidar que quien decide si le basta o no esa ayuda es cada individuo en situación de escoger si vivir o morir.

Como en cualquier realidad humana, en la eutanasia pueden cometerse abusos: puede ser conveniente utilizar algún sistema de control que ofrezca ciertas garantías o protecciones. Un posible elemento de este sistema es la expresión consciente, razonada, reiterada, consistente y ante testigos de la voluntad de quien desea morir: aunque la persona libre no tiene por qué justificar ni explicar las decisiones que toma, esta declaración puede ser un requisito de quien practica la eutanasia para ser mostrar prudencia ante una situación muy delicada y para no ser acusado de asesinato. Otro posible elemento de control es la evaluación por un médico del sufrimiento del solicitante o del carácter terminal de su enfermedad: esto tiene el problema de que el criterio del médico se considera más importante que la voluntad del individuo, el cual ya no es libre para decidir por sí mismo.

La legalización de la eutanasia no es ningún empujón catastrófico hacia una presunta pendiente resbaladiza que lleve al asesinato de los socialmente inútiles, los enfermos o los ancianos. Es posible y relativamente fácil ofrecer garantías de que las eutanasias se realizan conforme a la voluntad de quienes la piden expresamente (como testigos o protocolos de actuación), en los casos de eutanasia voluntaria, o según sus testamentos vitales o el criterio de sus seres queridos, en los casos de eutanasia involuntaria.

Aunque la aplicación de garantías para comprobar y confirmar la voluntariedad de la eutanasia parecen algo netamente positivo, las garantías excesivas pueden incentivar a algunos enfermos a solicitarla y realizarla antes por miedo a no poder hacerlo más adelante: en los casos de demencia progresiva el paciente va perdiendo la capacidad de razonar y comunicarse de forma efectiva, por lo cual puede preferir adelantar la eutanasia para no llegar a la situación en la cual la repetición clara y consistente de la confirmación es imposible, y por lo tanto la persona queda atrapada en su demencia.

Prohibir la eutanasia porque podría haber abusos o asesinatos equivaldría a prohibir las relaciones sexuales voluntarias porque eso podría desembocar en violaciones, o a prohibir el comercio porque podría haber estafas o robos. Las apelaciones apocalípticas a distopías en obras de ficción, como mundos superpoblados en los cuales se asesina de forma legal o mediante conspiraciones secretas, no son argumentos serios sino apelaciones a sesgos cognitivos que impiden el razonamiento correcto.

Un bulo persistente contra la legalización de la eutanasia es que muchos ancianos huyen en masa de países donde esta es legal por miedo a que se la practiquen sin su consentimiento: la difusión de estas historias falsas o falaces muestra la credulidad, la incompetencia intelectual y la deshonestidad de estos críticos, poco interesados por el rigor intelectual.

Que la cantidad de eutanasias o suicidios asistidos crezca en los países donde estos son legales no es ningún problema ni ningún fracaso social sino simplemente la expresión de los deseos de las personas y el resultado de los cambios institucionales y culturales en un mundo progresivamente más secular y más respetuoso de la libertad individual.

La libertad de quien pide la eutanasia o la asistencia al suicidio es meramente la ausencia de coacción o prohibición, poder decidir sin ser forzado por otros. Las circunstancias determinantes como el dolor o el sufrimiento no invalidan el consentimiento informado y son parte esencial de la motivación de la solicitud.

Una preocupación de críticos de la eutanasia es que algunas personas pueden verse influidas por otras para aceptar recibirla: sin embargo esto no es ninguna violación de la libertad individual, y si es posible verse influido para aceptar recibir la eutanasia en contra de la propia voluntad también es posible verse influido para rechazar recibir la eutanasia en contra de la propia voluntad.

Algunas personas promueven la legalización de la eutanasia (o el suicidio asistido) porque desean esa posibilidad para sí mismos o sus seres queridos, en el presente (discapacitados graves, enfermos terminales) o en el futuro, pero no obligan a otros en circunstancias semejantes a tomar su misma decisión. Las personas que promueven la prohibición de la eutanasia no la quieren para sí mismos ni sus seres queridos, pero además coaccionan mediante la violencia de los poderes públicos a todos los demás. Quien pide la eutanasia aplica sus preferencias de forma pacífica a sí mismo, mientras que quienes quieren prohibirla las aplican por la fuerza a todos los demás.

Un concepto del que típicamente se abusa en filosofía y bioética es el de dignidad: el problemático y aparentemente positivo concepto de dignidad se aplica al debate ético de la eutanasia tanto a favor como en contra: cada parte considera que es un concepto cuya interpretación (que normalmente no se explicita) les da la razón.

Que la eutanasia (y el suicidio) acabe con la vida, y que la vida sea necesaria para que tenga sentido la libertad, no implica que la eutanasia sea contraria a la libertad y por lo tanto deba estar prohibida. La libertad puede utilizarse para limitarse o anularse a sí misma mediante los contratos: se asumen obligaciones o prohibiciones y se entregan derechos. Un individuo puede usar su libertad para destruirse a sí mismo: la autonomía puede aplicarse de forma recursiva, reflexiva o autorreferente para destruirse a sí misma. La eutanasia implica la destrucción o finalización de la vida del individuo que libremente la ha recibido: la autonomía o capacidad de tomar decisiones de un ser vivo sirve legítimamente para terminar con esa vida y esa autonomía; no se trata de una violación de la libertad (aunque hay un muerto no hay ninguna víctima), sino del uso de la libertad de una persona para autodestruirse, y al dejar de existir la noción de libertad deja de tener sentido.

Gran parte de los malos argumentos contra la legalización de la eutanasia son de origen conservador y religioso: los dioses dan y quitan la vida y la voluntad individual es irrelevante; el sufrimiento es visto como un justo castigo a los pecados, como una forma de expiación o como una prueba para medir la fe del creyente. Los creyentes se escandalizan, se indignan, protestan contra la degradación y la decadencia de la civilización, y profetizan catástrofes futuras por el abandono de la fe y la caída en el relativismo moral: con sus creencias absurdas y su fanatismo muestran su lealtad a su propio grupo y su rechazo a sus enemigos; se felicitan unos a otros, se sienten bien por su presunta superioridad moral y son indiferentes al dolor que causan con su intolerancia contra la libertad ajena.

La vida no es ningún don divino y no pertenece a ningún dios. Decir que solo el dios de cada religión es dueño de la vida puede servir para inhibir ciertas conductas de los creyentes y conseguir que los seres humanos no se maten unos a otros (lo cual casi siempre sucede en contra del interés y de la voluntad de las víctimas), o para evitar suicidios por situaciones de desesperación que tal vez puedan superarse. Pero estas creencias religiosas están basadas en engaños (los dioses son construcciones imaginarias inexistentes, sin referentes reales), y en algunas situaciones, como la de la eutanasia, son liberticidas, fomentan la intolerancia, resultan disfuncionales y provocan sufrimiento inútil.

En cuestiones como la eutanasia los conservadores muestran que no son liberales, que son intolerantes, y que las libertades que les interesan son principalmente económicas pero no morales o personales; los progresistas o socialistas muestran cierto respeto por algunas libertades.

Una crítica de los conservadores a la eutanasia es que promueve o es ejemplo de una presunta “cultura de la muerte”. Como la muerte es algo con connotaciones negativas, los prohibicionistas autoritarios e intolerantes quieren estigmatizar a quienes promueven la libertad de todos acusándoles de fomentar o preferir la muerte a la vida. Se trata de un juego de palabras tramposo que se fija en algo obvio, como que la eutanasia tiene que ver con la muerte y matar a alguien, pero obviando elementos esenciales, como permitir la libertad del individuo y evitar la degradación y el dolor asociados a seguir con vida. La expresión “cultura de la muerte”, junto con la oposición a la legalización de la eutanasia y otras descalificaciones típicas (relativismo moral, nihilismo), pueden servir como señales de buena reputación y de pertenencia a un grupo de gente de bien frente a los rivales o gente de mal.

REFERENCIAS

– Por la legalización de la eutanasia:

Asociación Derecho a Morir DignamenteLibres Hasta el Final

Suicidio, suicidio asistido y eutanasia involuntaria, de Albert Esplugas

Ética y eutanasia, de Francisco Capella

Derecho a la vida también es derecho a la eutanasia, de Juan Ramón Rallo

Una visión liberal de la eutanasia, de Juan Pina

Por la despenalización, desregulación y liberalización de la eutanasia y el suicidio, de Jorge Valín

Euthanasia, by Sigrid Fry-Revere at The Encyclopedia of Libertarianism

– Contra la legalización de la eutanasia (por lo general argumentos entre malos y pésimos):

MuerteDigna.org: Luis de Moya, sacerdote capellán en la Universidad de Navarra (Opus Dei) y tetrapléjico.

“La Eutanasia mata”. Nuevo argumentario sobre la eutanasia de e-Cristians (Josep Miró i Ardévol)

Forum Libertas

Hazte OírCitizen GoActuall

José Ignacio Munilla, obispo de San Sebastián

Religión en Libertad

Elentir en Contando Estrelas

– Otros:

Libro (no leído por el autor) relacionado con la eutanasia: Morfina Roja: Toda la verdad sobre el caso del doctor Montes, las «sedaciones terminales» y la eutanasia que promueve el PSOE, de Cristina Losada.

Casos famosos: Ramón Sampedro, María José Carrasco, Vincent Lambert, Eluana Englaro, Terry Schiavo. Niños: Charlie Gard, Alfie Evans. Doctor Jack Kevorkian.

Cine: Mar adentro (Alejandro Amenábar), Million Dollar Baby (Clint Eastwood), Amor (Michael Haneke).