Byung-Chul Han: “Ahora uno se explota a sí mismo y cree que está realizándose”
El votante medio de Ciudadanos se divide en dos, de Barbijaputa
Por qué conviene tener una economía mixta, de Paul Krugman
… hay algunas áreas, como la educación, en las que es evidente que al sector público le va mejor en la mayoría de los casos, y otras, como los servicios médicos, en las que el argumento para recurrir a la empresa privada es muy débil. Esos dos sectores en conjunto son bastante grandes.
En otras palabras, aunque el comunismo fracasó, todavía hay un muy buen argumento a favor de una economía mixta en la cual la propiedad y el control público podrían ser un componente importante, si bien no mayoritario de la mezcla. Al hacer un cálculo muy general encuentro que, dado lo que sabemos sobre el desempeño económico, es posible imaginar una economía bastante eficiente que sea dos tercios capitalista y un tercio propiedad pública; es decir, algo que podríamos denominar más o menos algo socialista.
… No hay razón para pensar que el sector privado ejecuta esas actividades mejor que el público. Las aseguradoras privadas obviamente no proveen un servicio que no pueda proporcionar un seguro de salud nacional tal vez más barato. Los hospitales privados obviamente no son ni mejores ni más eficientes que los públicos. La educación privada es, de hecho, una zona de desastre.
Así que es posible imaginar una economía en la que gran parte de la educación, la salud y la asistencia social en general, que actualmente está en el sector privado, se vuelva pública y en la que la mayoría de la gente esté casi tan bien como está ahora.
Existen otras actividades privadas que bien podrían ser públicas. Los servicios como la electricidad se regulan fuertemente y, en algunos casos, ya son propiedad pública.
En general, otras áreas como el comercio minorista o la manufactura no parecen adecuadas para el sector público, pero hasta en esas industrias podemos ver algunos ejemplos. La senadora estadounidense Elizabeth Warren ha sugerido que haya fabricación pública de los medicamentos genéricos y no es una mala idea.
Si sumamos todo esto, es posible ver una economía que funciona bien con, digamos, una tercera parte de propiedad pública.
Ahora, esto no satisfaría a la gente que odia el capitalismo. De hecho, ni siquiera estaría a la altura del viejo lema sobre el gobierno que controla las “alturas dominantes” de la economía. Esto sería más como si el gobierno tuviera la caldera encendida en el sótano. Además, me parece que no hay ninguna posibilidad de que esto ocurra durante mi vida laboral.
Pero pienso que vale la pena tratar de pensar un poco más allá de nuestro actual paradigma, que establece que todo aquello que podríamos llamar socialista ha sido un fracaso total. Quizá no ha fracasado tanto, ¿no?
Tiempo de balance, de Antonio Cañizares Llovera
Vamos a finalizar un año y a comenzar uno nuevo, tiempo para balances y proyectos de futuro. El de este año es que sigue agravándose el problema fundamental de la humanidad, de España y de Europa: el olvido de Dios, la negación de Dios, como si no existiera. Dios es el único asunto central para el hombre y para la sociedad. El Papa San Pablo VI definió el ateísmo como el drama más grave de nuestro tiempo. El silencio de Dios es con mucho el acontecimiento fundamental de estos tiempos en Occidente. No hay otro que pueda comparársele en radicalidad y en lo vasto de sus consecuencias deshumanizadoras.
San Juan Pablo II afirmaba en su penúltimo viaje a España, «el hombre puede excluir a Dios del ámbito de su vida, pero esto no ocurre sin gravísimas consecuencias para el hombre mismo y para su dignidad como persona, para la sumisión de aquellos valores morales que son base y fundamento de la convivencia humana, para todas las esferas de la vida».
El olvido de Dios, en efecto, altera en su raíz la interpretación de la vida humana y debilita y deforma valores éticos. Una sociedad sin fe es más pobre y angosta. Un mundo sin abertura a Dios carece de aquella holgura que necesitamos para dar lo mejor de nosotros. Un hombre sin Dios se priva de aquella realidad última que funda su dignidad, y de aquel amor primigenio e infinito que es la raíz de su libertad.
… No se trata de sacralizar el mundo sino proclamar una vez más, que sin Dios nuestra vieja Europa va a la deriva, camino de su destrucción.
La solución al desorden e incertidumbre de futuro –con todos mis respetos a quienes no lo compartan– es que el mundo crea. La hora presente, debe ser la del renacimiento moral y espiritual, la hora de Dios, de su reconocimiento y afirmación, de renovar la vida interior de las comunidades eclesiales y de emprender o proseguir una vigorosa, sólida y audaz, acción evangelizadora.
Vivir la fe y comunicarla a los demás es nuestro inaplazable servicio a los hombres…