Rallo vs. Mises y el teorema regresivo del dinero

Juan Ramón Rallo anuncia un nuevo libro suyo muy interesante: una crítica a La teoría del dinero y de los medios fiduciarios de Ludwig von Mises.

Según Rallo:

… un bien podrá ser demandado como dinero aunque previamente carezca de un valor objetivo de cambio. La demanda (su valor subjetivo) de hoy no dependerá del valor objetivo de cambio de ayer, sino de la estabilidad del valor objetivo de cambio que se espera que exhiba en un determinado momento futuro: es decir, la utilidad subjetiva del dinero no estará, por necesidad, históricamente ligada a su utilidad no monetaria originaria, sino que puede estarlo, simple y llanamente, a la aptitud que se espera que exhiba ese bien para actuar como dinero (como medio de cambio indirecto con valor objetivo de cambio estable). … en cuanto el valor del dinero, las expectativas sobre el futuro son mucho más importantes que su historia.

Supongo que con “valor objetivo de cambio” Rallo se refiere a poder adquisitivo o precio. No comparto el tratar “demanda” y “valor subjetivo” como sinónimos.

Rallo tiene razón en enfatizar el futuro y las expectativas, pero es peligroso decir que el valor presente no depende del valor pasado: las expectativas se forman a partir del presente y este se ha formado a partir del pasado; el futuro no es una mera extrapolación simple del pasado, pero para empezar a especular es necesario basarse en algo y ese algo suele ser el estado y las tendencias anteriores. En el caso del dinero, que es esencialmente el bien de valor más invariante, el pasado y el futuro básicamente coinciden: se mira hacia atrás para prever que todo seguirá esencialmente igual (si se trata de un buen dinero).

Es en los procesos de monetización y desmonetización cuando las cosas cambian y conviene mirar más hacia el futuro que hacia el pasado, pero precisamente porque se trata de bienes que quizás lleguen a ser dinero o dejen de ser dinero.

… un objeto podrá pasar a actuar como dinero aunque carezca de utilidad no monetaria previa. Tomemos el caso del oro: aunque el oro no poseyera otra utilidad aparte de la monetaria, podría perfectamente terminar siendo dinero dadas las excelentes propiedades que posee como tal (bajo coste de transformación, dificultad de falsificación por su densidad y brillo característicos o escasez relativa); para ello bastaría con que los agentes que desean emplear un medio de cambio indirecto se formaran la expectativa de que todos los restantes agentes aceptarán el oro como ese medio de cambio indirecto a un determinado valor de intercambio estable. Y para que todos esos agentes converjan en que el oro será aceptado como medio de intercambio por el resto, no es necesario que el oro posea una utilidad no monetaria previa: sí es necesario, en cambio, que el oro se convierta, por alguna razón, en el punto focal que los lleve a seleccionarlo a todos como medio de cambio indirecto.

Rallo parece querer decir que un bien puede pasar de no tener ninguna utilidad a convertirse en dinero. El bien existe al menos como cosa objetiva, pero no tiene utilidad no monetaria y no se usa aún como dinero aunque tiene rasgos objetivos que harían que fuera un buen dinero si la gente decidiera usarlo como tal. El problema es que es muy difícil encontrar un ejemplo real de algo así: Rallo menciona al oro, pero el oro tiene una gran utilidad ornamental y como señal de estatus (también industrial, pero es posterior).

El que todos los agentes se formen la expectativa de que todos los demás agentes van a percibir una misma utilidad para el oro es teóricamente posible pero prácticamente imposible: los fenómenos culturales no funcionan así, con mecanismos que parecen invocar revelaciones comunes a todo el mundo donde antes no había nada o sólo había una posibilidad desaprovechada. La formación de instituciones es compleja y puede implicar cambios bruscos (transiciones no lineales, cambios de estado), pero esta descripción es muy incompleta y problemática. Los puntos focales existen pero no son por lo general fáciles: generalmente hay mucha prueba y error, iniciativa empresarial y copia de lo exitoso, y no una súbita intuición colectiva.

Además en el siguiente párrafo Rallo cambia el ejemplo del oro y dice que los agentes podrían convertirlo en su punto focal porque “el oro haya exhibido históricamente un valor de cambio objetivo muy estable merced a su elevada utilidad no monetaria previa”; pero entonces ya partimos de un uso previo para algo, y esta es la monetización de un bien económico previamente no monetario de la que habla Mises.

Sigue Rallo:

Si Mises se hubiera limitado a decir que los bienes con una utilidad no monetaria previa tienen muchas más probabilidades de convertirse evolutivamente en dinero que aquellos objetivos sin utilidad no monetaria, habría estado en lo cierto: pero es falso que sólo los bienes económicos con demanda no monetaria previa puedan convertirse en dinero.

Correcto: conviene leer el teorema regresivo del dinero de Mises como una posibilidad y no como una necesidad. Mises intenta explicar cómo algo particular como el dinero surge a partir de principios más generales aplicables a todos los bienes económicos sin necesidad de intervención coactiva centralizada que se lo invente y lo imponga a todos.

Pero no es tan fácil encontrar ejemplos donde algo surja de la nada, o de existir sin ser usado de ningún modo, y pase a ser dinero porque se descubre un futuro maravilloso. Véase por ejemplo bitcoin y otros inventos semejantes aspirantes a convertirse en dinero. El dinero es algo que tiene muchísima inercia, y eso es algo que cuesta mucho ganar y perder.

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