Tonterías selectas

La creciente rebelión popular frente al neoliberalismo: Amazon en Nueva York, de Vicenç Navarro

El futuro se acerca: democracia económica o “tambores de guerra”, por Ignacio Muro

… una salida pacífica a la próxima crisis sólo puede nacer poniendo en discusión el modo de producir y la lógica de la organización empresarial. No es posible que las empresas obliguen a compartir los riesgos y los sacrificios entre los diversos actores económicos (trabajadores, instituciones, proveedores, clientes…) y no se socialicen y compartan las decisiones. De modo que, cuando vuelvan a ser imprescindibles los ajustes, los trabajadores tendrán derecho (estarán obligados, incluso) a reclamar que se cuantifiquen y se capitalicen sus sacrificios mediante participación en el capital de las empresas.

Es también el único modo de asegurarse que la crisis no se convierte en una estafa que desplace a dividendos los ajustes de salarios y empleo que conlleva el ajuste. Sería también un modo de reequilibrar el poder interno y obtener como trabajador-accionista la información y los derechos que se le niega como mero trabajador. Paradójicamente la propia incapacidad del sistema para encontrar una solución podría abrir un futuro de diálogo y concertación cuando más débil y fragmentado parece el mundo del trabajo.

Ese escenario podría significar dos cosas y abriría dos interpretaciones: de un lado, como una forma de “refundar el capitalismo” e integrar al trabajador-accionista individualmente en el capital; de otro, como el reconocimiento de que el verdadero capital en la nueva economía reside en el conocimiento vivo que aportan los trabajadores como colectivo. Es decir, como un paso hacía más capitalismo y, al tiempo, como un paso hacia el postcapitalismo, dos interpretaciones que además podrían convivir y competir durante mucho tiempo.

Pero en cualquier caso sería un paso objetivo, pequeño o grande, hacia planteamientos inclusivos asociados a la democracia económica.

… No parece que el problema del mundo sea hoy “acabar con la propiedad privada” sino superar los modelos caracterizados por el control autocrático centralizado que definen el último capitalismo. El impulso de empresas abiertas a la participación de sus trabajadores y otros grupos de interés es la forma de acotar la concentración de poder de los primeros ejecutivos como agentes destacados de las “minorías de control” en las grandes corporaciones. Una tarea que necesita complementarse con nuevas formas de gestionar el espacio público y revitalizar su misión en términos de eficacia asociada a interés general dando la vuelta a los programas de colaboración público-privada que han legitimado el saqueo de recursos públicos por élites extractivas. O con la extensión de nuevas formas cooperativas y de trabajo asociado en PYMES proveedoras de servicios de alto valor…

Los robots deben cotizar a la Seguridad Social, de Pepe Álvarez, secretario general de UGT

La revuelta de Greta contra nuestra basura, de Berna González Harbour

El boli BIC y las derechas, de Lina Gálvez

La libre elección hiperindividualizada y teóricamente empoderante se ha convertido así en uno de los fundamentos de la cultura neoliberal, a pesar de convivir con la intensificación de las desigualdades y de que, en realidad, nos aleja de la igualdad necesaria para poder hablar de una verdadera libre elección.

La revolución cultural neoliberal nos ha transformado en individuos que creen elegir, que quieren elegir y que sitúan la libertad de elección por encima de muchos otros valores. Elegimos el dibujo de nuestra camiseta, la música que escuchamos, los capítulos de las series que vemos; elegimos si nos prostituimos, o cuando cedemos nuestro vientre para gestar para otros. Todo vale –hasta que nos exploten– porque todo lo elegimos. Es lo que queremos, lo que nos dicen que nos empodera como personas. Da igual que todas las personas no tengamos la misma libertad para elegir a causa de desigualdades en nuestras condiciones materiales, procesos de socialización muy diferenciados u oportunidades reales muy dispares que nos obligan a ir adaptando nuestras elecciones. Conviene que creamos que elegimos, y que lo hacemos en igualdad de condiciones con nuestros congéneres.

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